Pasaron las lluvias y
pasaran los malos modos de la vida. Sobreviviremos a lo que nos echen porque
somos carne magra de puchero. Se nos quiere hacer bolitas de carne triturada,
pero les paramos los pies porque somos mujeres y con eso nos basta. Soportamos mamografías
periódicas que nos aplastan las mamas para salvarnos la esperanza porque si
naces con este género todo se nos hace difícil hasta curarnos el pellejo.
La
sala de espera de la unidad de radiología del Puerta del Mar ha cambiado su
estética gracias a las asociaciones de mujeres tan fuertes que desafían al
destino, a los héroes troyanos y las sagas de aventuras. Ya era hora, porque
deprimía solo ver la entrada. No es achaque de gusto tenerte que radiar la
parte de tu cuerpo que te exijan los médicos. No es la radiología- perdonen es
mi opinión – más que algo que está ahí, que cura pero con grandes sufrimientos.
En el futuro el cáncer se curará de otra maneras, igual que nadie practica
ahora trepanaciones o sangrías por poner algún ejemplo. La medicina avanza
gracias -sobre todo- a los estudios ,
las inversiones y los grandes profesionales, pero no deberíamos olvidar nunca
que el paciente es el consumidor final y prototipo, al mismo tiempo. La
estética de la sala de espera ayudará , como bien saben ellas- las luchadoras
del mama -porque la esperanza, la fe en una y en que nadie nos va a jorobar
porque no nos da la gana , son lemas básicos en esta batalla. Mi Sombra querida
vivió los peores momentos de su corta vida entre esas paredes grises , feas y
deprimentes, esperando que un rayo de sol se filtrase para salvarle lo que yo
más quería, su propia vida. No pudo ser, pero sí las llagas, los dolores, las
quemaduras que conlleva la experiencia. Por eso el lavado de cara, las
pinturas, las estanterías y los colores que los profanos creerán que son mero
maquillaje son un avance enorme para los pacientes porque en definitiva son
ellos los que pasan –allí- angustiosas horas de espera hasta culminar su
tratamiento. Cada día echo de menos más a mi Sombra, más su cara sonriente,
menos lo mal que lo tuvo que pasar porque los avances para él no llegaron a
tiempo, ni los colores vivos, ni la esperanza embotellada. Cuánto podríamos
hacer si financiáramos vida, si invirtiéramos en futuro, si diéramos dinero en
llamadas telefónicas a estudiar el cómo y el porqué de tantas enfermedades
humanas. Hoy por hoy, el cáncer de mama se cura en un 86 por ciento de las
veces, pero no me basta. No me sobra ni una. Me falta lo que más amaba. Pasarán
las lluvias y darán los médicos altas definitivas a los cinco años, tantas que
llegará un día en que no exista ni la palabra que tanto me cuesta pronunciar
porque para mí equivale a dolor- agonía- aun no superado. Quizás- mucho me
temo- resguardados por siempre del tiempo que dice la gente que todo lo cura.
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