lunes, 23 de octubre de 2017

LUCHADORAS DEL MAMA

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Pasaron las lluvias y pasaran los malos modos de la vida. Sobreviviremos a lo que nos echen porque somos carne magra de puchero. Se nos quiere hacer bolitas de carne triturada, pero les paramos los pies porque somos mujeres y con eso nos basta.                    Soportamos mamografías periódicas que nos aplastan las mamas para salvarnos la esperanza porque si naces con este género todo se nos hace difícil hasta curarnos el pellejo.                                                                                                                                              La sala de espera de la unidad de radiología del Puerta del Mar ha cambiado su estética gracias a las asociaciones de mujeres tan fuertes que desafían al destino, a los héroes troyanos y las sagas de aventuras. Ya era hora, porque deprimía solo ver la entrada. No es achaque de gusto tenerte que radiar la parte de tu cuerpo que te exijan los médicos. No es la radiología- perdonen es mi opinión – más que algo que está ahí, que cura pero con grandes sufrimientos. En el futuro el cáncer se curará de otra maneras, igual que nadie practica ahora trepanaciones o sangrías por poner algún ejemplo. La medicina avanza gracias -sobre todo-  a los estudios , las inversiones y los grandes profesionales, pero no deberíamos olvidar nunca que el paciente es el consumidor final y prototipo, al mismo tiempo. La estética de la sala de espera ayudará , como bien saben ellas- las luchadoras del mama -porque la esperanza, la fe en una y en que nadie nos va a jorobar porque no nos da la gana , son lemas básicos en esta batalla. Mi Sombra querida vivió los peores momentos de su corta vida entre esas paredes grises , feas y deprimentes, esperando que un rayo de sol se filtrase para salvarle lo que yo más quería, su propia vida. No pudo ser, pero sí las llagas, los dolores, las quemaduras que conlleva la experiencia. Por eso el lavado de cara, las pinturas, las estanterías y los colores que los profanos creerán que son mero maquillaje son un avance enorme para los pacientes porque en definitiva son ellos los que pasan –allí- angustiosas horas de espera hasta culminar su tratamiento. Cada día echo de menos más a mi Sombra, más su cara sonriente, menos lo mal que lo tuvo que pasar porque los avances para él no llegaron a tiempo, ni los colores vivos, ni la esperanza embotellada. Cuánto podríamos hacer si financiáramos vida, si invirtiéramos en futuro, si diéramos dinero en llamadas telefónicas a estudiar el cómo y el porqué de tantas enfermedades humanas. Hoy por hoy, el cáncer de mama se cura en un 86 por ciento de las veces, pero no me basta. No me sobra ni una. Me falta lo que más amaba. Pasarán las lluvias y darán los médicos altas definitivas a los cinco años, tantas que llegará un día en que no exista ni la palabra que tanto me cuesta pronunciar porque para mí equivale a dolor- agonía- aun no superado. Quizás- mucho me temo- resguardados por siempre del tiempo que dice la gente que todo lo cura.

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