Mientras la gente ocupa
casas que no son suyas, hay otros muchos que viven solos. No es correlativo,
sino anecdótico. Supongo que es el cambio de marchas de la Historia con
bombardeos de los 60 en casi el 2020. Pensábamos
-los que seguíamos episodios de ciencia ficción en los setenta- que iríamos en
coches que volarían y solo ascienden a las alturas los drones espías y como
mucho para inmortalizar bodas de famosos que llenar los bolsillos de editores
avispados. Creíamos que el espacio sería nuestro-viviendo en colonias
espaciales- y solo hacemos casas más grandes y edificios más hacinados, con
China despierta por completo y
cabalgando el consumismo como si le fuera la Economía en ello. Uno
de cada cuatro ciudadanos vive en soledad y hay más gente que quiere vivir- no
en celibato sino en independencia- sin olfatearle las intenciones a un
colateral que le descoloque la vida. No
sé si serán las entretelas de nuestra existencia, pero nos cocemos en nuestro
propio jugo porque nos hacemos cotidianeidad y nos quedamos impresos en la misma
resina que escupió a los dinosaurios. Los
niños que se han asfixiado por las bombas en Siria no llegarán a viejos, ni nos
llegarán en pateras, ni vivirán para ver a los dictadores morir de inanición
política o sesgados los sesos por una bala certera de su propio revolver. No
viviremos nosotros doscientos años para ver poblarse la Luna, ni para mirar al
cielo y soñar con que hay un más allá que está tras lo desconocido y quieto. La
gente ha echado una desvergüenza que asusta, sobre todo porque los que nos
siguen aprenden de lo malo con voracidad de depredador con los dientes nuevos ,
igual que los sanitarios de hoy serán los que nos cuiden el mañana, a los
maduros del ahora. Creerán que no hay correlación, pero -aquí -sí la hay.
Hacemos el mañana a cada paso, a cada niño reventado por el hambre que no nos
toca, como la sanidad que se nos destripa o los sueldos en precario. Fabricamos
nuestro propio mañana, siendo cómo somos, tomando decisiones pueriles sobre
dónde compramos o a quién votamos, creyendo- pobres de nosotros- que todo
seguirá igual y que nunca nos tocará el viento de las crisis que vemos cada
noche en el plasma , llegando de tan lejos que casi no nos suena ni el nombre.
Tenemos la moral agudizada, la vista encharcada y los pulmones al viento de
levante que nos arrasa las vacaciones y nos hace maldecir por ser tan desgraciados
que tenemos este año cuatro comuniones y una boda. La gente da pasos de ciego al lado tuya, mientras los
cruzas, paso lento o paso rápido, muriendo a cada rato haciéndote historia
impresa en papel de periódico que luego reciclarán porque nos hemos civilizado
y ya no contaminamos, más que con la permisibilidad de sentirnos diferentes porque
nos protegen las concertinas de la barbarie y no nos matan a los críos con
bombas asesinas.
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