domingo, 12 de marzo de 2017

CIGÜEÑAS LEJANAS

Resultado de imagen de LAS CIGUEÑAS EN LA PRIORAL

El crotorar no ha hecho más que empezar, porque al igual que los guiris alemanes, las cigüeñas prefieren Andalucía al Norte de África.                                                                                  Ya están ahí convirtiendo los tejados de la Prioral en territorio familiar, poniendo palo sobre palo, para hacerse un nido a su aire.                                                                                               Es mágico su vuelo en las alturas medias, sin graznidos ni aleteos, solo levedad como la de las plumas en unos cuerpos enormes que nos recuerdan que sus huesos son huecos como la memoria de los verdugos.                                                                                                         La Prioral también las mira- bisoja-porque  su piedra arrancada a guijarros puros de la Sierra de San Cristóbal está llena por su presencia aérea..                                                               Hay quien quiere ver en esta fachada reminiscencias míticas egipcias, que por otra parte no hacen daño porque son enseñanzas de paz, equilibrio y amor fraternal, basadas en las dos columnas, el dintel que las une y la simbología del Dios Sol que las invoca y recibe. A las cigüeñas les da igual porque- como las gaviotas graznadoras que se persigna con agua salada de las dunas que quedan en la Puntilla tras las lluvias- nada les incumbe de los humanos con los que cohabitan, ni siquiera como a aquellas los bocadillos que se quedan trashumantes al fin del recreo. Las cigüeñas no otean desde tejados bajitos los patios de colegio como vil depredador sexual, sino que son ratoneras y culebreras, pescadoras y rebuscadoras de animalillos que nos hacen daño a nosotros, esos humanos tan inhumanos para nuestra propia especie.                                                                                                               Ya les dije que se inventarían algo para aliviarnos la vejez y ya está diseñado, porque la pobreza, la discriminación, las pateras o la escasez de algunos no es comparable a la necesidad de que los más poderoso nos sigan gobernando , nos sigan manejando y se sigan haciendo más y más ricos. No sé a ustedes, pero a mí no me entusiasma la inmortalidad, tampoco el otro mundo e intentaría disfrutar al máximo con el presente sino fuera porque el daño me dio en línea de flotación  y aún los pecios los tengo en astilleros.                                                                                                                                    Pero como las cigüeñas hago nido paseando cerca de la Prioral mirando sus ojos estrábicos, pensando en el mañana más que nada porque tengo prole que cuidar y gente que depende de mi entereza.                                                                                                    Vemos los días pasar de una manera melancólica y desnuda, tal y como atienden los funcionarios de ventanilla, con márgenes para tomarse el bocadillo con café mientras que los demás vamos a cabestrillo porque nos restan los segundos para estar en dos sitios al mismo tiempo. Alucinamos sin tener que fumarnos un canuto, ni meternos nada en vena viendo las noticias y dudando si en este país pueden caber tantos defraudadores, sinvergüenzas y mangantes. Seguimos por no parar y encima disfrutamos porque nacimos conjugados con el verbo jorobar y ya estamos verbalizando todas sus variaciones en lenguaje cigüeñal dándonos con el pico contra la testa. No crotoramos subidos a una parra, ni a un tejado, lo hacemos en territorio neutro, un bar que se asome a la calle Real con mesitas de aluminio peregrinado, con madres aún de buen ver tomándose el cafelito de la tarde. La vida se dispara para los autónomos que buscan resuello donde lo haya porque los euros se han empequeñecido y las trampas son tantas que puede caber en ellas hasta la permanente de una mosca.                                           Las cigüeñas no se van al Norte de África  por temor al terrorismo o la inseguridad , ni porque tengamos mejor clima , ni nuestros camareros sean más atentos que eso es cosa de los alemanes. No se van porque han aprendido el arte del birlibirloque de los pescaderos del mercado y del que hace los chicharrones a “la oculta”, quizás en los mismos trasteros donde se escondían los perseguidos por Franco. Somos derrochadores de ideas estrafalarias, de acciones que nos dan la vida mientras otros soltarían las ganas. Hacedores de magia primitiva, diaria, como el crotorar en piedras robadas a la Sierra de San Cristóbal. 

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