Es muy duro mirar a los
ojos a tu madre y después llevarla a una Residencia. Pero más duro es tenerla
en tu casa expuesta a la indefensión, las enfermedades y el descuido.
Hay grandes dependientes, que mueren de soledad si no están bien
cuidados.
Ahí
entran esos cuidadores resignados y valientes que teclean en croché los
compases del tiempo, sin aparentar que el protocolo 00061 es un hecho
comprobado y cierto.
Es muy duro que la enfermedad llame a tu puerta, que tus seres queridos
envejezcan y te prive el tiempo de su lozanía, su vitalidad y compañía. Pero
las grandes dependencias matan a ambos por igual , al cuidador y al cuidado,
envolviéndolos en un halo de tristeza, deterioro y soledad, porque no hay más
que el enfermo, las medicinas del enfermo, las taras del enfermo, sus
excrementos y sus necesidades . Si no pides
ayuda o no la recibes a tiempo, el croché se convierte en colcha apolillada y
el enfermo merma su ya precaria salud, para conseguir un desenlace de muerte por
inapetencia vital y descuido mortal. Han
condenado a una mujer a trece años de prisión por descuidar a su madre, con resultado
de muerte.
Es muy duro mirar a tu madre a los ojos y después llevarla a una Residencia,
pero aún debe ser más duro no tomar las riendas de tu vida, para hacer parada y
fonda, a dique seco. Atarte los machos y llamar a tus hermanos, pedirles la
paga de dependencia de tu madre que se está tragando uno de ellos y decirles
que los hijos tienen responsabilidades compartidas, no solo recaudatorias. La
guardó solo ella, la mal cuidó solo ella y nunca fue a pedir ayuda, ni escupió
en arameo por teléfono llamándoles de todo a los hermanos fugados, ni clamó en
las oficinas de servicios sociales, ni golpeó todas las puertas para decir que
se ahogaba. Como un autómata iba todos los días al trabajo, para olvidarse de
la gran carga que ya no aguantaban sus espaldas. Mientras la anciana, como un
pez fuera del agua, agonizaba, sobre sus propios excrementos, sucia, olvidada y
perdida, sin poder hacer nada, naufragando micro infarto, tras micro infarto,
hacia la ruina. Ella
solita se murió, mal comida, mal cuidada y mal lavada, con suciedad de abandonado a su suerte, mutilado y roto,
porque ya para nada servía. Es
muy duro mirar a los ojos a tu madre y verla moribunda, triste mueca desahuciada
de la vida. Y aun así marcharte a tu trabajo, no pensar en los trece años que
no cumplirás porque habrá reducción de condena, por buen comportamiento, que
solo agoniza la que depende de otros y hay dispensarios en los centros
penitenciarios. Odio las
residencias, su pulcritud virtual, sus uniformes blancos, sus sonrisas
congeladas y esos ancianos tan diferentes de lo que fueron en vida. Pero aun
así las prefiero a no poder cuidar a quien lo merece, en tu propia casa,
muriendo a cachos como si fuera una basura.
La ancianidad, la decrepitud, la dependencia, la desmemoria son asignaturas pendientes de nuestra sociedad. Miro a los ojos ausentes de mi madre y me pregunto qué entendemos por vida y me pregunto qué sentido tiene prolongar la existencia si no somos capaces de darle un hálito de vida. Me pregunto también por qué estás son cuestiones que solo nos formulamos las mujeres.
ResponderEliminarBesos, nena
El paradigma de los cuidados lo llaman quienes inventan palabras para generar la distancia que precisa el análisis social, político y económico.
ResponderEliminarCuidar más allá de lo que es posible, abandonar a escasos metros de distancia, morir mucho antes de dejar de estar vivo.
Un saludo