sábado, 27 de febrero de 2016

EL PEREJIL EN LA FRENTE


El orgullo de papá no puede tener fallos. Debe destacar en el cole o quizás en el deporte asignado, por tirabuzones.                                                                                                                                         Si quieren saber cómo medir la temperatura a más de uno, vayan a ver los partidos de sus hijos . Hay de todo, como en la parafarmacia, pero más de los sublevados, que no por ser baloncesto o gimnasia rítmica, se salva el arbitro del aquelarre verbal y gestual.                    En las gradas ya no hay amigos o vecinos, tampoco compañeros de colegio. En las gradas solo hay asesinos de lenguas viperinas, disidentes y opositores, a todo lo que no sea que el parido por sus genes, es pura alegoría.                                                                                            Hay pequeños Casillas de metro veinte que andan con pies de puntillas como si fueran una garza y los papás, entusiasmados, dan codazos fácticos para retratarlos e inmortalizar la escena.                                                                                                                    Hay malandrones que chillan hasta quedarse afónicos y terapias que consisten en llamarle de todo al sufridor de negro. Mucho trabajo usurpado a "Vallejos Najeras" , diluyéndose por los escalones de los pabellones deportivos.                                                                Es igual que en el colegio, que hay quien saca pecho de cualquier parcial, con "el mío es el que ha sacado más nota", saliéndole el perejil en la frente en cuanto en el siguiente pega , el niño el pechugazo.                                                                                                                En los deportes ya se riza el rizo, porque los padres se lo toman como si fuera de vida o muerte y pelean, por pelear, quitándose la mala baba acumulada , con los entrenadores, los árbitros, los jueces y los padres de los otros niños, que desde la cancha los miran , vía levantamiento de cabeza y asustados, como si fueran de otro planeta. Y es que el reproducirse es lo que tiene , que crees que eres Dios en la tierra y que ese ser que era poco más que un guiñapo cárnico cuando te lo dieron entre babetas y logotipos de la seguridad social, ahora es todo tu mundo vestido con los colores de tu equipo. Por eso berreas como carnero en celo, cuando no mete lo que para ti , que en tu puñetera vida has metido nada que no sea un intro en el teclado del ordenador,  estaba cantado. Y gimes y no lloras casi de casualidad, no llegando a los extremos de otros que se encabritan y saltan de las gradas para irse hasta el banquillo de los que juegan, con la finalidad de insultar al que no ha hecho justo lo que él tantas veces le ha dicho en secretillo. Es un juego, ya ven, pero los mayores no lo entienden, ellos sí, que después de acabar dan lecciones de compañerismo abrazándose, con buen juego y  deportividad , felicitando a los que han ganado o no cebándose con los que han perdido. El calvorota no, porque ése con hacer llorar a la criatura porque no mete tanto, ya le sobra, luego se solazará menospreciando a los demás, todo sea que el orgullo de papá quede por encima.

1 comentario:

  1. Aborrezco la competitividad de quienes necesitan ganar a costa de todo.
    Un saludo

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