Hay una pareja de
Sevilla que ha tenido su minuto de gloria por ponerle a su hija el nombre de la
madre de dragones de la serie "Juego de tronos". No es nada nuevo,
eso de elegir nombre alegórico, solo que lo mismo no se acordarán ustedes , porque
son siempre jóvenes, de cuando en pleno auge de la constitución del 78 , los
nuevos papás ponían ese nombre a sus niñas recién nacidas. Las modas pasan y los nombres con ellas, no digamos ya las series o las
Constituciones. Solo queda el tiempo, los recuerdos y lo vivido , inalterable
como las partículas de piel seca, extrapoladas en el aire que respiramos.
Puedes contar las secuencias del tiempo que te arrancan en años, en fechas
señaladas, incluso en Carnavales, pero al final, el destino siempre es el
secadero. Pero como somos dignos seguidores de Ulises, porque nos sentimos Don
Nadies de nuestra esencia, lo mismo es el camino lo que añoramos, la destreza
de nuestros pasos, o ese verano mágico en el que nos enamoramos. Sin embargo,
fíjense bien, disfrutamos porque estamos, aspiramos vida y nos duelen los
huesos porque los tenemos, al coger el autobús y esperar en la cola con la cara
travestida de fin de semana. Somos maquinaria perfecta de ilusiones que no
pueden borrar los rebañistas, los regañones y los simplistas amargados que solo
creen que lo mejor es lo que eres y no cómo eres en realidad. Porque somos
etéreos y mágicos, sobrevivientes de mil taras que es compaginar vida con ellos
que tocan pie firme y suelo duro , echándose la mano a los bolsillos para tener
segura su calderilla, sin aliento a mar, ni trabazón de arena de playa. No nos
llamaron Poesía, porque nos pusieron el dulce nombre de Maria y ya somos demasiado
mayores para cambiárnoslo y además nos importa un meco el susodicho , que
navegamos en todos los mares bravíos sin contraernos el miriñaque , ni mojarnos
de barro los tobillos. No nos importa nuestro nombre, menos aún los apellidos,
tampoco las cosas que se esconden en trasteros abandonados , los libros que
nadie lee, ni las telarañas enterradas en el fondo del armario. Solo adoramos
el sol, los pájaros, la libertad y la mantequilla deshaciéndose sobre una
tostada caliente. Porque somos tierra, húmeda y fértil, seca y agreste, como
nosotros mismos. No nos importa nuestro nombre, que lo mismo es el de una
abuela, nacida en Alcalá que llevaba la furia de los dragones en la mirada, porque somos una
amalgama de vivencias, una ristra de recuerdos revenidos, de gente que nos
amamantó con su sangre y su sal, dándonos esencia nueva, moldeándonos en los
finos hilos de las gorgonas, tan ciegas ellas, que no vieron lo que nos
hacíamos, a su sombra, ni cómo crecían nuestros cabellos. No nos nombres en
unidad porque somos muchos, todos sin nombre propio , ni apellidos, solo
hermanos de destino , viajeros como Ulises de humanidad y vida.
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