Pili murió en soledad
en la calle Columela. Cinco años llevaba penando sola y si no llega a ser por
el "ojo avizor" de un pintor, lo mismo se lleva la década. Sara
Lázaro del "Torremolinos información" se pasó una semana compungida,
porque es de corazón noble y le pesaba la muerte como si fuera suya.
Nos debería escarnecer a todos, pero nos da igual porque consumimos,
vegetamos, peleamos lo necesario y nos volvemos a esconder en nuestra concha.
Pili, también. Sara o yo, también, porque somos paseantes de emociones a flor
de piel, muchas veces desatendidos por los que vemos como extraños, aunque no
lo sean.
Conspiramos con la soledad de unas paredes, un balcón y una casa puerta,
que las más de las veces nos conduce a la nada de gente a la que apartamos o se
nos apartan , como los vecinos de Pili , que se conformaron cuando ella dijo
que se iba a Madrid a hacer realidad sus sueños de amores locos con un
flautista.
Somos soñadoras perpetuas, buscadoras de amores imposibles, ojos azules
que trasmiten sueños velados de otros países, otras lenguas y otros orígenes,
que nos son idénticos porque somos tierra y mar, compuestas mitades, medias.
Medio pecho y medio corazón, media cara, para sestear en soledad de alcoba
vacía, de camas dobles maritales.
Pili
se marchó en silencio, sin súplicas, ni dependidas más que afortunadas para
decirles a todos que se iba , pero corta de maleta y larga de viaje. No mintió
, porque como las princesas se tendió en su cama compuesta y se echó a dormir,
ese sueño del que no despiertas.
La policía aún investiga pero han pasado , desde el suceso, cinco años y
ya las pruebas ,si es que las había, se
las debe haber llevado el polvo, la mansedumbre del tiempo y cómo no, la
miseria que encadenan las palomas, que anidaron en su ausencia. Había muchas haciendo
vida, fructificando a su sombra, como si fuera un sauce llorón, pobre princesa
desfavorecida por los hados, con posición, con dinero, pero de suerte fallida
para pegarse un baile.
Cádiz de andurriales
señoriales, de burguesía chapada a casas lugareñas, con señoritas conseguidoras
de titulo enfermera , pero que solo cuidaban a su madre que las ata a una
cuerda tan fina a su cuello que no se nota , hasta que su sombra se disipa, dejándolas
solas con cincuenta años y sin nadie que las ame.
Fue su casa su castillo , su linaje el de muchos de nosotros, que
procedemos de abuelos que hicieron fortuna, amasando los negocios con ojos
rapaces y buen hacer , para luego dejar herencia sin descendencia y dinero en
propiedades que solo sirven de mausoleo a una princesa moribunda. Pobre Pili que no conoció el mar a lo lejos,
ni cruzó la Bahía , ni encontró al flautista que como el de Hamelin, lo mismo al hacer sonar su flauta embaucaba y
deslucía luego en los acercamientos.
Dijo que se iba a casar al páter que la tomaría por muerta de amores,
pero se tumbó echándose le melena atrás y se puso a dormir el sueño de los que
nada deben y solo penan con su propia cruz.
Sara Lázaro quedó tocada porque tiene alma, vocación de madre
intergeneracional y corazón de poeta. Todos deberíamos haber quedado tocados
por esta princesa de la burguesía gaditana, que murió sola, ni siquiera mal
acompañada. Luego pasaron los años y el balcón quedó defecado de palomas, que
con sus arrullos y ensalmos, fueron perfilando el mal olor de la carne en
deceso.
Fue un pintor de brocha gorda, el que trepó a la guarida que custodiaba el
dragón de los tiempos, liberándola del martirio de permanecer en el olvido ,
condenándola por siempre a ser una página más en los rotativos de sucesos.
Conspiramos con la soledad de unas paredes, un balcón y una casa puerta.
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