Las vacaciones no
reponen y menos las mías. No he parado de escribir y me ha caído algún premio.
Lo viejo. Los niños han berreado, como si en vez de laringes tuvieran tubos de
escape . Los mayores han salido y entrado para recordarme que los calores no
son de agosto sino de las oscilaciones hormonales. Lo viejo.
Los días han pasado y ya estamos de nuevo aquí, sin mérito que nos
honre, ni paga que nos guarde las espaldas. Ángel
Mozo no, porque voló donde los poetas y cuentistas duermen, donde los filósofos
y gente de mucha parla y poco billetero, juegan a las cartas con la
Canina. No necesitan dinero los
que solo gastan tinta y dan a manos
llenas, como él, convidando a lugares comunes, a recuerdos y anécdotas.
No necesitaba nada ese hombre que no andaba con los tiempos , sino con
la historia, más que amigos de ideas, conocidos de bocacalle y una compañera
que lo era todo.
Sabía más que nadie , Ángel, de la pequeña barca en la marea, de esa ingrata
que a los suyos bambolea y a los lejanos acuna. Lo viejo.
Me ha dado coraje ver que se ha ido Ángel, me ha dado mucho coraje. He
sentido tristeza por sus allegados, dolor
por los que perdemos su sabiduría. Pero el escozor de que lo mucho que
dio no se tuviera presente, sí que me ha llenado por entero.
Nos hacemos tiempo y nos borramos, nos disolvemos como azucarillos en el
agua de la vida. Envejecemos y se nos aparta de todo lo que amamos y de todo lo
que somos, porque la vida discurre rápida, la crisis mata el talento y los
sirios no son sino metáforas de cada uno
de nosotros vagando , buscando nuestro sitio en la tierra. Lo viejo. He vuelto,
hipotéticamente, de vacaciones no pagadas, de descanso no logrado, de vueltas y
más vueltas en la rueda de un hamster.
Me ha dado coraje y no me
repongo, será la cagada de un psicólogo que dirá algo sobre retornos, pero las
teclas son pesadas y no dan su ritmo adecuado . Lo viejo. Quizás es que Ángel ya
no está , porque se ha ido en dos necrológicas que no hacen justicia a los
muchos años que se llevó tejiendo artículos y buscando en reseñas y apilando
cosas , que, como decía él , "eran mérito de amigos que se las
pasaban". Me asombraba
la cantidad de artículos que podía llegar a escribir y se lo dije y no le tomó
cuentas, hombre jovial y divertido, de verbo fácil. Lo que sí me dijo es que lo
que yo hacía, gustaba a su compañera. Por ella, van estas lagunas, estas
banalidades, estas obviedades, que componemos los que como Ángel , no sabemos
dejar las dactilares quietas. Lo viejo, que nos atormenta. La oscuridad que nos
llama y que paramos con un folio blanco , levantado en señal de tregua.
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