Yo nací con los ojos marrones, casi negros.
Ahora ya no, porque paso mucho de modismos, pero antes , en las juventudes,
usaba lentillas azules, que me los tornaban en verdes mares. No sé si entienden
que bajo las lentillas mis ojos seguían siendo marrones, casi negros. María
José de Umbrete nació con los ojos marrones, solo que los demás le vieron el
verdor de las lentillas. Ahora se las ha
sacado , como se hace con las lentillas, a palo seco y cuando el domingo quiso
vestirse de lo que es, con galas de flamenca avezada, el párroco corrió en
estupor y la niña se quedó compuesta y sin misa, a las puertas de la iglesia. María
José nació con lentillas y la llamaron equivocadamente Alberto y ahora hay
quien se niega a que con las lentillas se hagan miramientos. 200 flamencas
menos una entraron en el templo, para celebrar con misa, la fiesta del mosto y
la aceituna. Doscientas flamencas sin lentillas menos una, que se quedó penando sin saber por qué penaba
su cuerpo, que no le dejaba cruzar las puertas del templo. Si piensan
en Umbrete que María José es un chico que se siente mujer , les queda mucho por
aprender del tema, porque las lentillas son complicadas y más cuando son
cárnicas y hablan en arameo más que nada de sentimientos. No soy adalid de
nada, ni catedrática en estas lides, solo que por amistad he visto y he oído y
todo se refiere a autoestima, integración, identidad y sobre todo empatía y
aprecio. Al
final , en la fiesta del mosto, hubo solo cuatro flamencas a la puerta de la
iglesia, porque las películas americanas donde a desbandada 200 pares de zapatos
de flamencas, con miles de tules y volantes al viento, corren hasta la puerta de la iglesia para
apoyar a su compañera, no sucede en Umbrete , donde la tradición manda y el
párroco veta la entrada en su dispendio. La
adolescencia es una edad de aperturas, de transformaciones y de fases, de
hacerte ver por todos, volando lo de dentro hacia afuera. María José lo ha hecho,
ha cruzado el umbral vestida de flamenca , danzando como el pájaro espino para
verse clavada en una estaca con sambenito impuesto. Pero no es deshonra, sino
flaco favor el que le han hecho, pues la envidio, su juventud, su inseguridad
segura y su fortaleza. Envidia de madre coraje, divorciada, en paro y con tres
hijos, que es la suya. Envidia de traje de flamenca, en cuerpo núbil lleno de
esperanzas de cambio, de extensiones de cabello y de sueños , con uñas
pintadas, de rebeldía naciendo de los pliegues de los senos, de los feminismos
con volantes y encajes, de las alas desplumadillas que se despeinan, de los
empujones y los desmanes, de los desvanecimientos y de esos cuatro pares de
zapatos, compaginados y quietos en envite, a las puertas de la iglesia.
No conseguiremos un mundo mínimamente justo mientras sigamos pagando el salario de esta gente inútil y obtusa. A Maria José le queda, seguramente, un largo camino de aceptación pero el mundo será de ella o no será de nadie.
ResponderEliminarBesos
Nunca mejor dicho, amiga mía
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