domingo, 26 de octubre de 2014

ESTADO CRÍTICO


Teresa anda en baja mejoría porque añora a su perro, sin que se suelten las campanas al vuelo , porque la madre Isabel lo mismo pisa las recepciones de la trena. Los colaboradores de la telebasura andan cabizbajos, chamuscados por las noticias , mientras que los del Gran Hermano reinventan algo que nació enlatado y venido de otras fronteras. Hemos heredado los programas europeos igual que los trajes que se le quedaron chicos a la prima, también sus deudas y nos vemos ebolizados, machacados en el hospital y hablando por los dedos. Nos siguen los más afines, los más rigurosos y nos ponen pancartas de ánimos y ayuda, que nos hacen que no nos queramos tirar de la ventana al frío asfalto. Pero ganas entran porque el paro sube y no tenemos sangre de misionera que insertarnos en vena, para curarnos, aún dejándola seca a la pobre mártir que fue a África a servir a dios y a sus semejantes y se vio sola sin ambulancia que la socorriera, sin UCI estanca, pero  aún así con los brazos abiertos , cuando no la exportaron como a sus blancos y viriles compañeros. Y es que ser mujer y negra es lo que viste, que te dejan y te exprimen, solo dándote las gracias otros labios de mujer que están vivos gracias a tus buenas plaquetas. Las mismas que se disolvieron,  que se derramaron en Galapagar , cuando un marroquí disparó en la cara a una mujer , a la que no mató pero por la que se suicidó tardíamente , en los altos de el Escorial. La guardia civil ya le seguía las puntas de rey astado y mellado, que puso trono de cuatro ruedas en la sierra madrileña y enfrentó la muerte que debía haber buscado –solo- algunas horas antes. La mujer aún vive, luchadora ella, como Teresa, como la misionera, todas mujeres y lastradas , apaleadas y presas. Han descendido en las listas del paro , los advenimientos de mujeres y ya no se buscan camareras , ni limpiadoras , ni cajeras y ya no entran en casa de niños chocolates del Día, ni pipas de girasol, ni bocadillos en la playa , con los abuelos o los titos a pasar el rato , que mamá trabaja y hace horas para el invierno. Ya llegó el invierno , con presagios confundidos de calor y otoño rarito,  que hasta el tiempo truena a la inversa y no hay matemático que lo entienda. El paro nos amenaza en masa y no hay cifra que los pare , ni política que lo destruya , ni político que no se avergüence y saque pecho de que está haciendo todo lo que puede , cuando no vemos que hagan nada. Son las políticas heredadas de la prima alemana, de esa regordeta y de ojos azules a la que le pagamos el colegio y el desayuno con nuestra deuda pública y nuestro afán desmedido , en comernos las chuches del recreo. Fue nuestra madre la que llegó a un trato con nuestra tía política , pero ahora lo pagamos nosotros y lo que es peor , nos haremos viejos pagando, mientras Teresa penará a su perro, la mujer que intentó asesinar el marroquí se salvara o no y la misionera , volverá a África, a morirse de pena. La vida seguirá porque lo dijo Julio Iglesias y cada uno se posará en su rama y le quitará un cacho de rayo al sol y nos enmarronaremos colgados en la valla fronteriza , como los obreros de los años treinta en esa inolvidable foto que tantos tienen de cabecera. Todo pasará y nada habremos sido porque nuestros huesos no nos distinguirán , si alguien los saca a la superficie , porque nadie hará caldo de puchero con ellos y seremos tan vacuos como Olegué que saca pecho y esconde cabeza, porque no tiene que ponerse en una cola de espera para los comedores escolares de sus hijos, ni pelearse para tener plaza en la universidad pública , ni ir al banco de alimentos cuando los 326 euros se le queden en nada , después de haber pagado luz y agua. Teresa que ya está curada , se duele de cosas bonitas, de ladridos lejanos y de pelo caliente en el sofá de casa, porque los perros son solo eso, piel caliente con pelo que nos abriga el alma. La misionera de nombre ascético y pleno, Paciencia, nos debería regalar a todos en vía intravenosa, esencia, para que acumuláramos puntos en esta vida tan necia, con gente que esconde lo que no se gasta y otros que no pueden comer con lo que nunca tuvieron.

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