Draghi es una sonriente
vedette en las portadas de los periódicos, mientras nosotros cabalgamos la
ignorancia, de pretender remontar la crisis que nos tiene eslorados. Nuestro
buque insignia ha naufragado y se tragó en la deriva la esperanza, las
tradiciones y la felicidad , que Draghi lleva estampada más arriba de la
barbilla. Ni
los amores veraniegos nos hacen mella, ni vemos más camino que el trabajar sin
que nos dejen, que ya es calvario, para nosotros gentes del sur, gente de mar y
puerto seguro, que pintamos en nuestra piel la libertad , de hacer lo que nos
dé la gana. Pero ese tiempo
feliz en que éramos nosotros mismos y gustábamos de fanfarronear y sacar uno de
veinte para pagar los cafés, se ha ido por el retrete como tantas cosas , que
no serían buenas , ni austeras, pero nos llenaban de gozo , para nosotros que
somos dispendiadores de días eternos y noches de verbena. Echamos
de menos esas tardes en los súper, con carrillos llenos hasta la escotilla, con
gente que compraba como si llegaran los zombies y que estaba feliz porque
trabajaba, ¡ya ven qué derroche de ufanismo!, ¡por trabajar!, ese verbo
intransitado y degastado, que ahora significa tan poco. Hemos trastocado en empleos de
basura, comida -basura e importaciones chinas para todo, con ropas que nos
uniforman como a ellos en los tiempos de Mao, porque por mucho que te la
compres en Zara o en el mercadillo, nunca pareces señora de nada , ni pisas con
ese garbo que perdimos cuando el maléolo se nos torció , en las colas de la
oficina de empleo. Draghi
nos mira cachondeándose de nosotros por la portada , que es lo que tiene , desfachatez
y bravura, que solo los asesinos o los importantes salen en ella , los demás, a
sucesos o a internacional o a taconear en opinión y deportes. Él
nos mira así, porque tiene la ortodoncia
perfecta , que en el BCE deben tener unos seguros dentales que cualquiera de
las de mi corrillo del Público, los
quisieran para sus niños , que muchas
veces sacan las muelas que no son de leche , por la caridad del odontólogo , que
las carga a gastos imprecisos. Y es que la caridad se ha vestido de gala y ha
sacado la mantilla y la peineta y se pasea señorona, que para eso campó por
nuestros fueros como cielo patrio. Mendigamos
de todo, trabajo, cotizaciones, empleo, comida y sobre todo fe , que si
Jesucristo reviniera se iría tan asustado y asqueado, como lo hizo en la
ficción el Franco de Fernando Vizcaíno Casas. Hemos
envejecido de nuevas malas noticias, hemos mirado para atrás y nos duele la
mirada y si lo hacemos al frente , solo vemos a nuestros vástagos partir , haciéndose
trabajados y mal pagados, en la lejanía, sin poder gozar de nuestros nietos, ni
de nuestra pensión, que se aleja en el tiempo, mientras nos hacemos más y más
viejos y con el calcáneo, haciendo surcos en la tumba.
Somos los nuevos descreídos, los inspiradores de partidos fachas y de
nuevas coaliciones, de las renovaciones de los antiguos y carne de cañón para
pagar lo que sea , que si no te echan de casa, ya se buscarán la forma de que
pagues por lo que otros han hecho, mientras éstos se esconden tras unas rejas
de oro, rezando salves o en fincas de ensueño, con figura de errático
jedi.
Los ídolos están cayendo como la estatua de Sadam , como no cayeron las
ecuestres de Franco, ni las calles tatuadas con la sangre de los cuneteros ,
fijos los nombres propios de los que le dieron matarile, que hay que ser Duque
y presuntamente corrupto y salir en los programas de corazón , para que la ciudadanía
inspire y las autoridades provean , estratégicas retiradas. Somos ratones de un
laboratorio político, piezas de cartón de un ajedrez que no va más que al
cementerio, destino común de todos , mortales que nos creemos dioses , porque
gana nuestro equipo o tenemos la paga en las manos.
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