jueves, 3 de abril de 2014

CONJURAR A LA VIDA


Desde que se certificó la muerte de Suarez , me come la melancolía. No estoy apática , ni depresiva, es mil veces peor, estoy realista. Mis amigas del face no lo entienden , porque me pregunto si cuando yo muera se me querrá más o se mirará lo que hasta entonces haya escrito,  con indulgencia o con ictericia. Y es que la muerte cierra, estira y empelleja , lo que hubo de misterio en la existencia. La muerte cierra caminos que fueron abiertos y aplana y saca resquicios , donde quizás ni los hubiera. Nos enterneció la muerte de Iraila, buscamos su voz , empatizando con ella, con el dolor de sus padres. Pero…¿ y si no fuera?,¿ Si no hubiera sido?, pues nada, porque la vida a veces es como una grabación enlatada que pasa lentamente y se versiona para que otros la canten, cuando nosotros ya no estemos.                                                                                                      Suarez –como les decía-me tiene sumida en el estado zen de la meditación alternativa, de aquella en que te encabronas y gritas por dentro , aunque nadie te escuche. Hay tanta maldad corriendo a dos patas, tanto necio vistiendo traje de Armani y tanto mangante criticando a todo destajo , que el bostezo de Margallo, en el funeral de estado de Suarez me supo a poco , con lo mucho que se podría haber hecho dicho, sin entrar a marronear con la presencia de Obiang.                                                                                                     Sacan muchos tajadas de las necrológicas porque son aves de paso, aves de mal agüero que comen carroña y matan corderos desollados , que ponen al fuego del matadero y los exhiben para  sacar provecho. Somos todos aprovechados , medradores de albahaca , de sal marina y de enredaderas -poco podadas- de jardín ajeno. Estamos en unos tiempos de corrupción y desapego, de maltrato a los ciudadanos y de falta de respeto a los yayoviejos . Tiempos de miseria para muchos y de bostezos para unos pocos que hacen de un funeral su campaña publicitaria y del saludo de un Rey mal aconsejado , su teorema de Pitágoras. Hay quien de la muerte saca más que de la vida, quien de las lagrimas hace gozo y fiesta de una corrida, es por ello que me pregunto -sin pensar en el final- si la muerte también me pondrá donde ella quiera, si me querrán más por morirme o se me leerá, solo porque un jurado me hubiera dado un premio o por estar en las necrológicas de un periódico nacional. Lo mismo es porque el alma no cuenta y las gotas de lluvia tampoco sacian la sed de la tierra y solo la muerte unifica y aclara, lo que nunca estuvo claro, ni tampoco cristalino. Los bostezos son expresión de cansancio , de aburrimiento supino, de compromiso forzado o de hartazgo. Yo también los tengo, pero me contengo y los entablillo para cuando me muera, para cuando alguien me componga una necrológica , sacando pecho de pavo y marcándose una sardana.

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