viernes, 25 de octubre de 2013

LAS DEL CORRILLO


Cuando el sol no se ha levantado, ya están allí, a pie de escuela, saludando con la mano en alzas, como la Reina, porque el imán de su vida se va , tras unos escalones de piedra. No serán de la realeza, pero en sus casas, dan brillo y esplendor a todo lo que se menea. Los niños están repeinados, las niñas coleta arriba y los maridos en los trabajos o en el paro, a su lado, como ausentes. Ellas, en cambio, permanentemente alerta, revisan las inmediaciones, a menos de medio metro, para ver quién ha venido y quién no y ya empiezan a hacer corrillo , que a más vales , más tienes a tu alrededor, como leonas hermanadas , antes de darse el festín de gacelas. Los carritos son lo más, porque ahuecan la juventud de tus ovarios, pero también la sabiduría o tener algo, un electrodoméstico nuevo o un rímel experimental o un consejo sacado de la leñera, que  te hacen sentir reina por un día, de una cohorte de carne intensa. Antes  el sol las desvaía porque parecían marujas aplanadas, pero en estos nuevos tiempos en que los políticos nos vapulean, se han convertido en verdad primera y son humanas y verdaderas, aunque despellejen a su madre y digan mentiras, que ni Belén Esteban. Los recortes las han agigantado , como a los dinosaurios  y ahora andan a dos patas , tetas enhiestas, sin sufrir ni un ápice , ni la subida de la luz, ni las tasas académicas, que no les llegan , porque sus hijos aún andan en preescolar y no invierten en vida a largo plazo. No podríamos decir que sean un grupo , ni un clan definido, y aún así, están, reconocibles por la cercanía, por el asentamiento de nalgas en resaltes, repollos y bordillos altos , donde se cuentan penas de amores frustrados y padres descarriados, hijos desvencijados y camas vacías. Es tanta la simpleza de sus manos, tanta las arrugas de su alma , que su cerebro se ha desdibujado y se han hecho carne y sangre, tacones achatados, por el peso de la vida. La edad no importa porque caracolea, de pie tras una verja cerrada , que es sinónimo de  existencia, frente a colegio en que dieron muchas sus primeras letras , escuchándolas cantar , ahora, en las gargantas de su hijos , al otro lado de la tapia. El tiempo caracolea , entre sus manos ajadas, se hace y se va, como el café, en su tetera prestada , de “Avón llama” , que no da para sortilegios de bruja, sino para un fin de semana con el nuevo chico de treinta y seis , que es un as en la cama, porque hace sentir que el tiempo  se disuelve y los errores no matan , ni hacen llorar, corriendose el rímel que emborrona la cara. No se vencen , ni se doblan, como guardianas a pie de espera, a pie de estocada segura.

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