Las del corrillo se
echan las manos a la cabeza por la muerte de la niña adoptada. Incluso Carmen
llega a decir, en confidencia, que “los adoptados tienen mala adolescencia y
que hay que estar muy preparados para entenderlos”. Pero lo de Asunta no va de
adolescencia, sino de Bretonismo. Al menos esa pinta tiene, por la dificultad
de encontrar pruebas y la impasibilidad de los imputados. No sé si se les ha perdido un crío en un
supermercado o si lo han tenido muy enfermito, pero se pierden los nervios y
hasta el más cerebral, se vuelve un poseso, pero sin diablo dentro, sino con
las carnes fuera. No entiendo, entonces y me comprenderán ustedes, tamaña
empresa de quedarte impasible , viendo cómo registran tu hogar para dar con
pistas, de cómo pudiste matar a tu hija. A la niña parece que la asfixiaron,
taponándole las vías nasales , dándole antes, para reducirla, pastillitas de
todos colores, semejanza horrible, de nuevo, que se probó en el caso Bretón, en el juicio,
dando muestras el protagonista , no de locura, sino de fanatismo creyente , en
sus bondades como padre. En
la cara de la madre de Asunta , vi, por las imágenes de televisión , algo que
me recordó levemente a aquellos otros ojos , fríos y sin vida, como de pez
fuera del agua y me espanté, porque no podía creerlo. Ahora se perfila el
motivo, el móvil, como dicen los enterados, del porqué, que parece que es por
dinero, por herencias o por celos, pero la verdad es que eso, es lo que menos
me importa, como no me importaba que Bretón odiara a su mujer, sino que fuera
tan cobarde , como para no asumir que ella había dejado de amarlo. Nos espantan los homicidios, en los que
los padres matan a sus niños, sobre todo a los que tenemos hijos, a los que
penamos por exámenes fallidos, por golpes del destino y por desvivirnos, sin
nunca o casi nunca , conseguir un respiro.
Asunta era feliz, estudiaba, sacaba buenas notas y era muy apreciada en
su colegio y seguro que por sus abuelos, que, si lo que se presume de la
herencia es verdad, la habrían conducido, sin ellos quererlos, a su encuentro. Asunta
murió , como no debe morir un niño, drogada, asfixiada y amarrada como un
animal, dispuesto para el sacrificio, joven y virginal mártir, que emigró de
China con visos de encontrar la felicidad y solo encontró la muerte. Y
entristece pensar en los muchos que esperan a sus hijos , venidos de cualquier
parte del mundo , incluida España, que penan por administraciones sordas, por
papeleos infinitos, por listas sin su nombre y pasajes inasumibles
económicamente , para ver encima que unos padres salidos de una fábula
perfecta, puedan haber hecho esto con su hija. Porque no solo grima o rebela, sino que además, escarnece y
mortifica.
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