Los que se fueron se
nos hacen más presentes en los calendarios caducos, en las hojas arrojadas al
poniente que barrena esperanzas y sustentos. Pero tenemos a los niños, que nos
abren las esperanzas y nos calientan corazones, que estimulan el apetito por
cosas intangibles que creíamos perdidas como la bonanza o el pleno empleo. Seguramente
por ello, por esa conjunción mágica de ver a través de los ojos que no han
visto y sentir nostalgia por los ojos que ya no revivirán, para nuestra
desgracia, las vacaciones navideñas son algo más que retornar a casa o dar
merecido reposo a los maestros, son tiempo de descuento, vida tras la muerte
agotadora que dan las noticias patéticas y diarias y los muertos tirados al
vacío que dejan de ser noticia, porque ya no afectan a nadie. Duele
volver porque no tenemos hecho el cuerpo a la esclavitud de unos horarios y
unas reglas, porque cuesta que nos paguen cuando trabajamos y cuesta estar en
el paro y verle los hocicos al lobo, porque no nos gusta encajar los golpes de
un destino duro y de rebajas , que se ha puesto de moda con consumismo a tope,
aunque no tengamos ni para echar en el cesto de la compra, mientras
televisiones enlatadas en circos mediáticos, nos hacen reír con encías sin
dientes. Todos tenemos ya nuestro
pobre a pie de puerta, todos hemos dejado de pagar la luz, el agua o tememos
por nuestro futuro en forma de temido despido o desahucio, porque como en el
monopoly estamos en un juego que no se hizo para nosotros , porque ni somos
gato ni ratón y lo más que queremos es salir del laberinto , enfrentarnos con
el científico loco y darle dos buenas yoyas, por experimentar con nuestra
existencia.
Ahora
todo se hace via internet, los amigos, los ligues, las compras y hasta los partidos
políticos , en un mundo tan reseco de verdades en el que ya nada nos asusta ,
ni nos supera y a la vez , lo más insignificante, nos hace frágiles y débiles. Quizás fuera hora
de mirarlos a ellos, a los que resistieron las
pruebas más duras, los que pudieron, forjados en mano contra mano, a
trabajar, a salir de los baches, a cosechar y labrar nuestro futuro, con
crisis, con malos gobernantes y con poco dinero. Quizás fuera hora de
recostarnos cerca de sus cálidos cuerpos, abrazados a los nuestros , en esas
mañanas eternas de navidad, para verlos sonreír dormidos y creer -como ellos
-que todo se salva con abrir los ojos y desearlo.
Los que se fueron se nos hacen más presentes a los que tenemos niños en
casa, se nos hacen presentes –quizás-porque el calendario no para y las hojas
caen –de él-aun no siendo otoño, contándonos el secreto de que todo es
perdurable, lo primero nosotros, pero también la levedad de los gobernantes, su
vaciedad o su poder terreno. No creemos en lo eterno, porque mecemos nuestros
sueños, en los abrazos de los nuestros.
La realidad líquida nos está ahogando.
ResponderEliminary la sólida y la aérea, no nos enseñaron a vivir esta realidad y se nos atraganta por enteros
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