miércoles, 28 de noviembre de 2012

CREPÚSCULO


No es divertido encontrarte en un coche lleno de familia, yendo por la tarde , hincándose la noche en la carretera, a comprar lo que sea. No es menos tópico mirar hacia el radio y poner Kiss y dejar que la música lo invada todo, metiéndose por techos acolchados y bajos de alfombrillas gastadas, atenuando los chillidos y las quejas. No lo es , porque te das cuenta de que ha pasado el tiempo y el soldado se ha hecho sargento y tiene huella de las guerras , en los labios y la chepa.                                                                                                                   Por el camino que iba tomando la disertación interior, podría haber sido una masacre de neuronas, estáticas y desviadas por la llorera emocional, que nunca dejaría que se viera. Podría haber sido –quizás- una vez más , de esas, que rebuscas en el pasado, ajada la noche para verte a ti misma, envuelta en el hábito de lo vivido sin querer mirar hacia ninguna parte. Pero no era ésta , porque “Crepúsculo” había despejado dudas y la insulsa protagonista y el aséptico novio- ahora ya marido, en la última entrega- te han dejado meditar, porque la película no valía para otra cosa  y has recordado los dolores de espalda de recoger en los brazos a tus hijos y las noches de amor completas y las manos perdidas en ti -de tu pareja- a las que el peso del tiempo volvió ajadas y arrugadas,  para deleite de tus dedos que gustan de amarrase a los suyos.                               Piensas con la claridad que te dan las ideas que no quieres vivir una vida eterna, mientras vas en el coche , con las falanges unidas al volante del monovolumen, cargado de críos gritones, porque no quieres otra cosa que disfrutarlos a ellos, verlos crecer y morirte en el intento de dejar de ser carne y sangre y vísceras y convertirte en tiempo, tiempo pasado, tiempo muerto, pero revenido en otras carnes, en otros cuerpos, en pensamientos que pueden ser hermanados, en pensamientos que pueden ser leídos y volcados y copiados y comentados y olvidados.                                                                                                                             No sirvió para otra cosa la última de “Crepúsculo” más que para que el climaterio no se reviniera , sino que fuera – por primera vez-bien aceptado, para que la sangre, no la que se roba , sino la que se regala a la vida , fuera más cercana y dichosa, para que la delgadez de Bella, su eternidad pagana y banal, se antepusiese a mi volumen y osadía cárnica, a mi certeza y rotundidad, porque quiero ser yo y no meterme en el traje de ella, quiero mis arrugas, mis defectos y mi vida, que madura y dobla por el peso de la edad que llevo pegada a las venas y los cartílagos, por el cansado caminar que llevan mis piernas y por el deseo de que los años venideros me dejen diciembres de regalo , bajo el abeto que nace de la tierra , hundiendo – en ella-sus raíces frescas. 

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