Vivimos en un mundo
paralelo, donde las folklóricas hacen
márquetin de sus tropelías judiciales, donde la segunda opinión no la da un
experto sino un correligionario o un profeta obsceno que trona como los dioses
impíos, con rayos y truenos.
Padecemos y no nos quejamos de una realidad de cuarta
dimensión donde un tío se tira desde la estratosfera para dar mayor publicidad
a una marca de bebidas energizantes y nos quedamos tan frescos o lo admiramos o
ni lo vemos , porque nos hemos quedado tontos y ciegos y ya nada nos hace daño,
ni mella.
Somos clones de otros, patéticos ultracuerpos del espacio que viajábamos
en partículas cósmicas y que no se ofenden cuando políticos que dijeron
necedades que llevaron a catástrofes ecológicas , no se sientan en el banquillo
de los acusados.
Somos
zombies devoradores de carne viva que ahora , dada la escasez de cuerpos, solo
comen patatas en pucheros, a la viuda, a lo pobre y en tartera, fritas y
asadas, con lo cual el género ha subido persistiendo nuestra hambruna y miseria
, para ventaja de algunos, ellos siempre , que se forrarán -una vez más- los
bolsillos llenos.
Estamos llegando a la fiesta
de los muertos y cuando en Grecia han empezado a vender, los supermercados, los alimentos pasados de
fecha , que no agriados o revenidos, nosotros , los que nos quedamos en casa y
vemos todo por las pantallas del televisor, los miramos con desaprecio y los
grandes de las superficies , que pisamos cuando nos dictan ellos, dicen que de
aquí no pasarán, que las fronteras helenas que parieron héroes no nos llegarán
a intoxicar con ese invento o sea que lo tendremos en las estanterías , pasado
mañana. Morimos
cada día, para reinventarnos por la mañana, supermanes de “los buenos días” que
no te contestan, de las colas para coger un metro o un autobús, de los amores
imposibles de borrachera, de barra de bar, de paseos con el perro, menopáusicas
matronas que ven los planetas y aún creen que podrá ser un gran día el que haya un premiado que no lo sepa, que no tenga preparado el discurso o que no esté
afiliado al sindicato de la multinacional de la letras.
Ya
no hay nada que sea espontáneo, porque hasta las flores son sintéticas y los de
IKEA las venden por bandejas, para sus casas de muñecas, donde casi ni hay que
limpiar , ni hay que cuidar de la familia, término devastado y devastador en
unos tiempos de blasfemia, donde la crisis se sacraliza y todo se relaciona con
ella.
Batasunos, al fin, somos llamados, revenidos a las estanterías, por boca
de ministro de cultura que no quiere que salgamos de nuestras casas , que no
quiere que nuestros hijos aprendan lo importante que es la educación, sin
cuidados paliativos, sin tener que protestar por ella, porque la educación
manda y manda que vivamos por ella, que nuestros hijos no vayan a la cola de
Europa, ni tengan que mendigar , para estudiar una carrera.
Es una cuestión de niveles de convencimiento... nos convencen de que nuestro destino es ser pobres... y comenzamos a hurgar en los contenedores.
ResponderEliminarNos convencen de que somos batasunos... y empezamos a romper farolas.
Pronto nos convencerán de que somos terroristas... y entonces ya no habrá marcha atrás.
Beso fuerte
Mis mejores deseos para ti Pelayo y un enorme abrazo
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