viernes, 17 de febrero de 2012

EL DUELO



Somos país flaco que todo lo que le salen son guiñoles. Somos país de pandereta que se ha cansado de tocar y solo escucha los pitidos y las fanfarrias de chinos estafados con sueños de libertad, que se santiguan a sartenazos, mientras la policía intenta tomarles declaración, sin enterarse de nada.

Somos país de cardenales, de azulados y morados, hábitos cardenalicios, que adornan las caras y los cuerpos de mujeres que callan , que esconden a hombres que desean y vician el pecado , de niños vejados que sufren , hasta que revientan y gritan destemplados, para que nos revenga la conciencia.

Somos país sin memoria, ni trinos de pájaros, de emigrantes eternos, por décadas y ciclos, de paisajes difusos, de marchas lentas, de gestar en atropello, a la callada, ahorradores de causas pérdidas, con grandes gestos quijotescos y de muy poca sanchería.

Estamos sin futuro, ni escobas, para entibiar tanto desastre, con Borbones que no asumen lo que hacen sus adláteres y que nos mandan callar, cuando ya la boca nos la despuntaron y descosieron, a base de quejios y lamentos, arrumbaores y banderilleros cojos, muertos a pie de plaza de toro ambulante y encaminonada travesía.

Tapias de cementerio nos han visto envejecer de dolor y soleaban nuestras lapidas inconclusas, esperando pacientes nuestra muerte, porque hemos crecido al amparo de lorquianos pareceres y cenicientas tardes de cafés de artistas, a la sombra de árboles –mustios y secos-que cobijaron a Machado, para no regalarnos más que sus versos.

Los presos queman los barrotes y arden con ellos, porque la libertad está en fuga de ideas y despedida, como medio país, vagabunda de pareceres y fanáticos que la sigan, porque ya la gente solo creen en las redes y las amistades invisibles , que ni defecan , ni abruptan, la buena marcha de los silencios.

Nos hemos hecho cansados y hemos descalzado el paso, acompasado los suspiros y retornado al pasado, cambiándonos por nuestros abuelos, con niños viejos clamando por sus jóvenes padres, en pancartas en blanco y negro, estigmatizando el futuro de nuestros hijos, perdiéndonos todos en un agujero negro que no es espacial, sino corpóreo, anímico y sentimental.

No nos representa ni la canalla, ni la canina, ni el desorden, ni la pulcritud, ni los gritos acompasados, ni las consignas aprendidas. No nos representa nada, más que una cara perdida entre otras mil , que se desdibujan y desaparecen entre otras diez mil, porque somos pueblo y somos todo y nada, al mismo tiempo , que marcan todos los relojes del mundo.

Agotamos nuestras reservas de esperanzas, sin que nos diéramos cuenta y ya miramos al fondo del armario para ver si sale de él Pandora, desnuda y vilipendiada, bailando a pie torcido , alma presa con la cara pintada, la boca enrabiada y los ojos llorados y secos.


Estamos en duelo de trabajo, de empleo, estamos en duelo de caídos por la santa crisis que pendonea en mercados, idolatrada por grandes multinacionales y banqueros. No nos han derrotado, pero estamos rendidos, como el Capitán Alegría y sus girasoles ciegos, porque perdimos la fe que no teníamos y la dejamos olvidada y lastrada, en la tela de araña, de una oficina de objetos perdidos .

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