miércoles, 7 de diciembre de 2011

ELOGIO A LA INTELIGENCIA

Estoy con el imán saudí, si las mujeres conducen en su país , en décadas no habrá una sola virgen y es que el coche es lo que tiene, el embrague en el sitio perfecto, que no habla, ni te dice lo que tienes que hacer y por encima de todas las cosas, que, jamás de los jamases, te sellaría -de por vida- en una casa , encerrándote bajo llave y yéndose por ahí sin ti.

Los saudíes deben estar al loro, porque la revolución está llegando en forma de cuatro ruedas y ni ellos, ni los imanes, si la Shura, ni dios padre -elevado a la enésima potencia- pueden pararla.

A mi me gusta conducir, ver pasar los paisajes, e incluso detenerme cada vez que me da la gana, y es lo peligroso, estoy con el imán, se lo digo ustedes en serio, porque un coche te desvirga por completo, te da libertad, entereza y te alimenta con la gasolina de los sueños para hacerte perder, sin que te des cuenta, ese encorsetamiento obligado, esa pavez que tanto le gusta a algunos, que creen que por depender de ellos eres menos que las monas del Tempú

Mi abuelo tenía un seiscientos en el que llevaba a mi abuela, a la que respetaba , quería y estimaba como lo que era, su compañera. Cuando él murió ella quiso sacarse el carnet y sus hijos, ya mayores, dijeron que era una completa chifladura.

En honor a ella y a las saudíes y a mi otra abuela que fue jornalera y una de las primeras en recibir pensión de jubilación , más cuantiosa y trabajada que la de su marido, yo tengo una furgoneta, grande y mastodóntica, que critican las del corrillo porque dicen , intelectuales ellas, que es coche de gitanos, por lo de los mercadillos se entiende, con lo cual el agravio se convierte en discriminación grave y afrenta, pero allá ellas, que solo gustan de ir sentadas en el asiento de al lado y llevándolas un señor con el que no gozan, sino que penan, porque pena da de verlas como la muñeca del dueño de Inés Rosales , con su furgoneta, no cargada de niños propios y ajenos como la mía, sino de tortas y magdalenas , repartiendo por la calle san Francisco, perdida totalmente la chaveta y con el maniquí vestido , como una reina, a su derecha.

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