martes, 1 de noviembre de 2011

NI DE VIVOS NI DE MUERTOS



Los días de difuntos se levantan soleados y ventosos, como si fueran capaces de borrar de nuestra memoria la muerte que campó libre por el mundo, aquella que se llevó lo que mas queríamos. Las flores ,con su aroma estancado y sus colores festivos , adornan y enlucen la blancura sepulcral , recuerdan al que quiso recordar , más que al que pretendían que fuera recordado .Sin embargo , su fin es cercano ,limitadas como están por el tiempo, postulando junto a las sepulturas ,condenadas a estremecerse mientras se pudren en los floreros , siendo ya solo sombra de lo que fueron.

Hay quienes celebran los días de difuntos comiendo como en alegre acampada en camposantos y cementerios, pero me es mas cercana y familiar la imagen de una mujer sola , con pañuelo y ropaje negro , cercenando su blanca piel, que acoge entre sus rugosas manos un ramo escuálido y bello.

¿Quién hablará a los muertos cuando ya nadie deje huella de sus pasos en la tierra ,quién se sentará con ellos a lamentar el sentirse vivo y feliz , a pesar de su falta?

Hay culturas que dejan plato y comida para los difuntos tales días como estos, ceremoniales que pretenden absorber y dejarse invadir por el espíritu eterno , de los que no volvieron. Ellos imploran su benevolencia y su regreso, su sabiduría y su fuerza ,esa misma que les hace atravesar el umbral que separa los vivos de los muertos , para llevar a los que les invocan el mensaje más esperado ,aquel que miles de oídos desean escuchar ,el secreto mejor guardado.

Desde los celtas hasta los pueblos cristianos, desde creyentes hasta paganos ,todos esperan el regreso de los que se marcharon, porque siempre habrá un hijo que extrañe los abrazos de una madre, un padre que no pueda vivir sin la risa de su hija o un abuelo al que los días se le hagan años, desde que el amor de su vida, cruzó la senda de la vida, dejándolo solo y abandonado.

El día de los difuntos recuerda a los que se fueron ,a los que nunca volvieron, a aquellos que significaron en nuestra vida más que el aire que respiramos, más que la propia vida, pues sin ellos parece que ni el sol calienta , ni la comida alimenta. Pero quizá si pusiésemos algo de cuidado y confiramos mas en lo soñado que en lo real, pudiésemos ver como un druida céltico atravesaba el velo de la noche, ese que separa la duermevela del despertar, recorriendo las calles y callejones, esperando encontrar a alguien a quien darle el mensaje mas esperado ,ese que durante generaciones se perdió en las entrañas del tiempo . Cuando desesperado encuentre a alguien que le vea y le escuche, sabrá inmediatamente que todo está perdido y que su afán , tan antiguo como la tierra , se verá abocado al fracaso , porque el joven está demasiado ebrio para recordar una vez haya amanecido .Por eso y con las brumas del alba perdiéndose en su larga barba blanca ,musitará unas palabras leves como el aleteo de un gorrión a su oído derecho

A la mañana siguiente y mientras el joven se cruza con hombres y mujeres cargados de flores , que enfilan sus pasos hacia el cementerio, gritará con toda la fuerza de sus pulmones;¡¡¡¡todos están vivos ,no les llevéis flores que no están muertos!!!!

Las mujeres se santiguarán creyéndolo un loco o un blasfemo, los hombres le gritarán , conociéndolo como el que más bebe en el pueblo ,solo el druida céltico , en su bien merecido descanso en el mundo donde se confeccionan los sueños , sabrá que su mensaje habrá por fin llegado , porque los hombre portan con ellos a sus muertos, en sus sonrisas, en sus maneras ,en el color de sus ojos o en los rizos de sus cabellos ,en la rugosidad de las manos o en la forma de mirar al cielo. Los hombres siempre portan con ellos a sus muertos.

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