domingo, 13 de noviembre de 2011

LA SONRISA MUERTA

Los días de mañana temprana son mágicos y eufóricos, la gente se desdibuja como en panorámicas enormes y distorsionadas, que, como dice mi pareja, seguro que no tienen nada que ver con la realidad...
Cómo si no podría ir un anciano con música danzando al compás de ella, la radio invisible bajo un bolsillo de su chaqueta, artrítico perdido o un mendigo verse tan potente, pidiendo y dando gracias a la limosna recibida,con tan buen nivel de salud.
No es sacar dinero de un cajero misión imposible, ni ver pintado al vaporcito con aires premonitorios de muerte en el Trevi, barajándose las cartas con la mar que lo ahogó y lo sacó de penas marineras y lo encharquetó en el olvido y la burocracia.
Son los olores a churros recientes y las comadres remangándose el frío en los mandiles y las gitanas, tan limpias y guapas, arreglando puestos de castañas y almendras, los que hacen de esto lo que es, no otras cosas, como politiqueos y margaritas desojadas.
La plaza recibe con los brazos abiertos y hay burbujeo de gente apausada y puestos a medio hacer, mientras en el Vicente dos camareros ancestrales, nos visionan desde lunas con periquitos y sabores espirituosos y carteles de corridas que ya se tufaron y olvidaron , como todo lo que la historia olvida enterrándose en líneas de papel.
Las calles están paradas, la gente deambula por ellas y los carteles de "se alquila" o "se vende", se han enranciado de tanto esperar clientela.
En la carnicería de enfrente del Vicente la niña que da la vez, escama un queso de bola con paciencia contenida , porque el carnicero jefe- seguramente su padre, porque no mira sus redondeces , ni soslaya sus carnes jóvenes- atisba con ansiedad hacia el escaparate en busca de clientela.
Son pequeñas cosas, como un descafeinado a la barra, apoyados los codos, sin que sea de mala educación o un sorbeteo con dobles compases bucales o un periódico gratis que echarse a los suelos y recorrerse las mesas.
Son pequeñas cosas , como el delineador o la barra de labios que no corrigen -ya- las arrugas ni los defectos que nos regala la edad, un día después de celebrar el cumpleaños de los más chicos de mi casa.
Es hastío y cansancio, es temor y obturación de miras, es ya , no miedo a perder el incontenible afán de traspasar los pensamientos en letras, sino la voluntad soberana y omnipresente de no poder evitarlo, de morir en el intento y de como el vaporcito , a poco que pise el mar, de puro asco, reventar y naufragar hasta el fondo de lo profundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario