lunes, 21 de noviembre de 2011

FERRERO , BARCAROLAS Y EL QUIÑONES

Cuando gané el Barcarola, no sabía quién era Jesús Ferrero, porque era una neófita en esto de la literatura y de los concursos literarios. Pero Jesús Ferrero que solo conocía de mi la parte que más me cuesta enseñar, la de la creación literaria , apostó por “la justicia de Adán Sampedro” – que así se llamaba la obra que yo había creado- y la hizo alzarse con el galardón , entre los seiscientos cuentos que se presentaban.


-¿Seiscientos?- me asombré , ante el director de la revista barcarola en Albacete, en plena cena de celebración, con Pepe Hierro presidiendo, igual que el jurado poético, la mesa , porque Jesús Ferrero se había roto una pierna y fue imposible que asistiera.


Y sí que fueron seiscientas, aunque en palabras despectivas del director de la revista más literaria del argot concurseril, no era para tanto asombramiento porque “de todas ellas”, me aseguró con cara circunspecta y claveteando las palabras, “solo cincuenta eran merecedoras de pasar a primera liga, y de ellas, solo tres de llegar a la final”.


Seguidamente -y tengo por testigo a mi compañero de mesa y de premio literario, el grandísimo poeta Gallego Ripoll, quien después diría “Anita, ¿ves?... si no llega a ser por Ferrero no ganas”- dijo el director, que si no hubiera sido por la impertinencia de Ferrero que insistió en que mi obra fuese la ganadora , por ellos, el resto del jurado, hubiese sido otra.


Desde entonces me quedó claro al menos una cosa de los concursos, algo que es difícil decir al menos que ganes un concurso literario y lo hagas jactándote de haberlo conseguido, pero dado que estamos entre amigos , obviaré que desde el 2005 ando en dique seco y dejaré que me despellejen , que también tiene su morbo, pero les diré , de todas formas, que para ganar un concurso y por supuesto dejo aparte los que están amañados , porque esos solo los gana el del nombre propio y el apellido adecuado, los demás consisten en que le guste lo que presentas a la gente que forma parte del jurado y que si lo pierdes o si lo ganas no son el todo , ni la nada, sino personas con sus gustos literarios como todos.


Cuanto más entendido , mas imparcial y más independiente es el jurado, más orgullo para el ganador, cuanto mas afín a ti en lo político , en la correcta forma de enfrentarse a un texto o en el nombre que dicen que no miran de la plica , pero que te avisan enseguida de si falta algo de ella a tu correo electrónico, despejándose el velo que nunca debió serlo, ya me contaran cómo se queda el tema, ni de meritorio, ni de orgullo, ni de nada.


Hoy me he enterado que Jesús Ferrero ha ganado uno de los grandes, el Quiñones, con 30.000 euros de premio y me he alegrado, porque Ferrero no es de padrinos, ni políticamente correcto, es y uso adverbio porque me da la gana, insobornablemente escribiente como diría García Márquez, pasándose la pluma de la escritura por donde le va la marcha.


Yo lo conocí tarde, entre otras cosas porque nunca he sido muy dada a la nueva narrativa, de la que ahora gozo como posesa y no me avergüenza el decirlo, ni el gozarlo, teniendo a los autores, antes dioses inmortales, como Delibes, de amigos de los facebuses.

Pero es raro, ¿saben?, decirle a alguien que pasea tan bien las cuartillas, como el Ferrero, ¡felicidades, campeón! o a Ignacio del valle,¡ tío, me tienes enjabonada con “el tiempo de los emperadores extraños”!, pero en este mundo nuestro de gente que se muere de hambre , pero que no deja de escribir , porque le va la vida en ello, ya me dirán qué normalidad puede haber, ni que vida más que las llamas del averno devorándonos o por devorarnos cuando nos creemos –algunos como Ferrero lo son-creadores de vida propia, intestinos expuestos, vísceras y manteca, el Quiñones y el Barcarola, dando rueda… rueda y la solterona esperando a la puerta de la iglesia, a ver si la novia dice que no quiere casarse , para que por una vez, el novio- o el premio-sea para ella.

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