viernes, 25 de noviembre de 2011

CERDíCOLAS

Era una semana que prometía, puente por medio y días de vacaciones para disfrutar con la familia, ni rastro de lluvia y un esplendoroso sol , luciendo prometedoramente , en las pantallas de las previsiones meteorológicas.

Era un inicio de semana que prometía con el largo puente de Andalucía... pero , de pronto , todo se vino abajo , y como otras tantas veces , el telediario de turno vomitó una muerte mas, ésta , con presencia insalvable de lejanos recuerdos , que me removían las entrañas por lo dolorosos.

Ana Orantes murió abrasada en 1997, no sin antes haber asistido a un programa de testimonios de los de entonces, sin detector , ni burdo famoseo del de “yo me acosté con el novio del hermano de no sé quién”,sino de pura cámara a pie de confesión .

Allí mismo con la presencia de una de las “chicas Hermida” dijo que su marido le pegaba, que su matrimonio no había sido mas que una sucesión de palizas ininterrumpidas , en las que sus hijos habían sido testigos obligados.

A mi , como a muchos otros, me conmovió su testimonio ,me heló la sangre en las venas la fortaleza de esa mujer, su entereza y la manera dulce y tranquila con que contaba todos los horrores , a los que había sido sometida en los largos años de vida en común.

Pero esa mujer tuvo que pagar un alto precio por abrirnos a todos la boca de la “veritá”,por enseñarnos los secretos inconfesables de muchas casas españolas, que ,de cara a la sociedad, son perfectos matrimonios , pero en los que , en la intimidad , uno pega y el otro calla y sufre ,en el silencio de las cuatro paredes.

Ana Orantes no calló, sino que se atrevió a luchar por su libertad y su autoestima, luchó como la leona que era por lo que ella consideraba era su derecho ,a ser libre y feliz ,y pagó un alto precio, un precio que nadie debería pagar: la muerte.

Estaban separados, pero el juez había establecido que viviesen en la misma casa, por lo que tras la emisión del programa Ana regreso a su domicilio, con sus hijos.

Allí la esperaba su marido, ese que tantas veces había amenazado con matarla si se sabia lo que ocurría en su hogar, y esta vez cumplió de lleno su amenaza, porque con frialdad y sin que nadie lo detuviese , la roció de liquido inflamable y le prendió fuego , tras darle una brutal paliza.

Ninguno de sus hijos pudo hacer nada, pero lo presenciaron todo , y esta valiente mujer murió como muchas heroínas antes que ella lo habían hecho y como este mismo fin de semana ha muerto otra, abrasada viva.

Ana estableció con su decisión y valía las nuevas pautas que ahora rigen para los maltratadores , porque gracias a e ella, a su lucha por ser libre , se abrieron conciencias y los gobiernos impulsaron medidas para intentar acabar con esta lacra.

Es difícil acabar con los cerdícolas, es muy difícil , porque no se identifican por su condición social , ni por su edad , ni tampoco por ideología o nacionalidad ,porque para nuestra desgracia ,los hay en todas partes. Pero sí hay los une algo , son unos cerdos cavernícolas, importados directamente de lo mas profundo de la preevolución del ser humano y también tienen características comunes a todos ellos : que no conocen el aprecio ,la bondad ni la compasión humana.

En este fin de semana, en España han muerto tres mujeres maltratadas ,tres mujeres muertas a manos de sus parejas ,pero solo es un dato ,un dato que llenará estadísticas, que abrirá foros de debate y que llevará a algunos a preguntarse qué estamos haciendo mal.

Yo prefiero quedarme con el recuerdo amargo de Ana Orantes ,que para mi fue la primera ,y este recuerdo es amargo, porque he conocido por la prensa que su propio hijo ha sido acusado de malos tratos hacia su pareja y no puedo dejar de pensar como se sentiría aquella gran mujer al saber que su propia sangre y su propia carne había terminado por engendrar a otro cerdícola más.

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