Desde que se certificó
la muerte de Suarez , me come la melancolía. No estoy apática , ni depresiva,
es mil veces peor, estoy realista. Mis amigas del face no lo entienden , porque
me pregunto si cuando yo muera se me querrá más o se mirará lo que hasta
entonces haya escrito, con indulgencia o
con ictericia. Y es que la muerte cierra, estira y empelleja , lo que hubo de
misterio en la existencia. La muerte cierra caminos que fueron abiertos y
aplana y saca resquicios , donde quizás ni los hubiera. Nos enterneció la
muerte de Iraila, buscamos su voz , empatizando con ella, con el dolor de sus
padres. Pero…¿ y si no fuera?,¿ Si no hubiera sido?, pues nada, porque la vida
a veces es como una grabación enlatada que pasa lentamente y se versiona para
que otros la canten, cuando nosotros ya no estemos.
Suarez –como les decía-me tiene sumida en el estado zen de la meditación
alternativa, de aquella en que te encabronas y gritas por dentro , aunque nadie
te escuche. Hay tanta maldad corriendo a dos patas, tanto necio vistiendo traje
de Armani y tanto mangante criticando a todo destajo , que el bostezo de
Margallo, en el funeral de estado de Suarez me supo a poco , con lo mucho que
se podría haber hecho dicho, sin entrar a marronear con la presencia de Obiang.
Sacan
muchos tajadas de las necrológicas porque son aves de paso, aves de mal agüero
que comen carroña y matan corderos desollados , que ponen al fuego del matadero
y los exhiben para sacar provecho. Somos
todos aprovechados , medradores de albahaca , de sal marina y de enredaderas -poco
podadas- de jardín ajeno. Estamos en unos tiempos de corrupción y desapego, de
maltrato a los ciudadanos y de falta de respeto a los yayoviejos . Tiempos de
miseria para muchos y de bostezos para unos pocos que hacen de un funeral su
campaña publicitaria y del saludo de un Rey mal aconsejado , su teorema de
Pitágoras. Hay quien de la muerte saca más que de la vida, quien de las
lagrimas hace gozo y fiesta de una corrida, es por ello que me pregunto -sin
pensar en el final- si la muerte también me pondrá donde ella quiera, si me
querrán más por morirme o se me leerá, solo porque un jurado me hubiera dado un
premio o por estar en las necrológicas de un periódico nacional. Lo mismo es
porque el alma no cuenta y las gotas de lluvia tampoco sacian la sed de la
tierra y solo la muerte unifica y aclara, lo que nunca estuvo claro, ni tampoco
cristalino. Los bostezos son expresión de cansancio , de aburrimiento supino,
de compromiso forzado o de hartazgo. Yo también los tengo, pero me contengo y
los entablillo para cuando me muera, para cuando alguien me componga una
necrológica , sacando pecho de pavo y marcándose una sardana.
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