domingo, 14 de abril de 2013

CAPULLOS COLECTIVOS


Cuando llueve, en los pasos de peatones, rostros anónimos con la ventanilla subida, nos ignoran, para sobrepasarnos, a pura embestida. En el congreso, los que elegimos, por un determinado programa político, amparados en mayorías deseosas de cambio, de prosperidad y futuro, nos voltean la tortilla, esfuman nuestras esperanzas y nos condenan al retroceso, en años, de derechos sociales, sin que podamos hacer nada. Nos niegan los préstamos , los banqueros, si no tenemos un paraguas monetario que nos sostenga, una nómina que codician, un contrato ¿fijo?, cuando ya nada es fijo, sino las deudas y su subida de intereses, ante el impago. Nos dijeron que nos contratarían en nuestra empresa multipoderosa y firmamos contratos, con lágrimas en los ojos , porque pensábamos que podríamos pagar las hipotecas y dar estudios a nuestros hijos, pero Hollywood se ha convertido en Bolliwood y Blancanieves se ha escapado con el leñador de Caperucita , porque el príncipe le ha salido rana.                                                         Ya nada se salva, nadie, institucionalmente hablando y portadas de revistas del corazón se han convertido en material de propaganda de casas reales, con princesas de cuento de hada, vagando por mercadillos, fiestas populares, bolso en mano y niños a cuestas, para distraer de tanto fango nobiliario. La gente está muy harta, cansados y con prozac hasta en los ojales de las camisas desabrochadas y necesita gritar…Lo necesitan los yayoflautas, los de las hipotecas y los que han perdido un lugar , después de pagarlo más de diez años.                                                                                                                           La gente esta hastiada, vencida, dominada y quieta, porque no quieren saltar , no quieren a Pyongyang , ni sus amenazas, quieren solo una cosa, que es muy difícil de conseguir , que el tiempo dé  vuelta atrás y que nada de esto hubiera pasado, pero como es imposible, se dedican a chillar y empieza la saeta de nuevo.                       Cuando el del paso de peatones me moja por la mañana, con las botas hasta arriba, con mis niños de la mano y me deja el cuerpo desabrido, tembloroso, con cara de cuatro palmos , mientras él pone la música más fuerte , para no oír que me acuerdo de su madre , le digo lo que me sale de la boca, a gritos destemplados.  Se lo digo, aunque me miren los demás transeúntes, que incluso asienten con la cabeza. Lo digo , hasta que Ángel,  un vecino que me conoce, cabecea, diciendo, “tenga cuidado señora que un día, uno de estos , hasta la atropella”.                                                                                        Cuando a alguien le quitan su casa, quiere gritar, quiere saltar, incluso saltar del balcón de su casa, incluso tirarse o ahorcarse en ella. Cuando a un abuelo de setenta, le roban todo su dinero y se ríen con tres palmos de narices, en su cara, acude al congreso, a los que ha votado  y  le echan ,  porque parece que los de los bancos tienen venia sagrada para hacer lo que quieren, y es entonces la gente se mosquea y entonces se le hinchan las venas del cuello, de pura impotencia.                                                                   Luego vienen los políticos, los intereses creados, las páginas de los panfletos y las buena intenciones que narró tan bien Max Aub y todo se convierte en lodazal, los abuelos son asesinos psicópatas y los que gritan, energúmenos que van a  matar a los niños de los políticos.                                                                                                                     Que hay mucho capullos suelto entre las colectividades, es cierto y que los del escrache tienen en sus filas gente interesada , que busca afilar el punzón para sacar tajada, también, pero en todas las colectividades los hay, no se engañen, gente que suelta parrafadas y se queda tan tranquilo, gente que deja que los demás se queden al raso y se va a otro trabajo, a  otro exilio dorado o a su chalet de Matalascañas a pasar el fin de semana, tan tranquilo. Los capullos son hijos de las mariposas que un día fueron, alas vistosas que engañar a incautos que creyeron en su brillo eterno, pero pronto emigrarán para crear colonia y nos dejarán con la mesa puesta, sin comida en ella, sin casa, sin ahorros, lamentándonos por no poder gritar, porque hasta las cuerdas vocales nos habrán cortado.

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