Debe Diana de Gales
estar riéndose en su tumba de los paparazis que hincaron el foco en las
tetillas indigentes de su nuera, porque tribunales y abogados caros han
conseguido lo que ella no consiguió en vida, darles esquinazo y sacarles una
peineta. Ya pueden estar tranquilos,
Catalina y Guillermo, de que hagan lo que hagan, la respetabilidad les seguirá
siempre y que ni culos reales, ni protuberancias, ni escándalos tipo Harry , saldrán
en las portadas de las revistas sensacionalistas. Sí lo harán, en cambio, en
las de publicaciones concertadas, fotos posadas como las de Letizia, estirada
sin estriar, perfecta en su hieratismo de princesa consorte, regañándoles a sus
niñas una sosez que es definitoria de ella.
Se
ha muerto Carrillo harto de vejez, como Corrales o Artola, jarto de tiempo, de
vida cambiada, en mucho gracias a él y otros que debilitaron posiciones férreas
y facilitaron lo difícil que era- y es aún hoy más -entenderse para aquellos
que tanto se odiaron.
Pero ahora, ya ven, sí hemos
cambiado, solo odiamos por odiar , al que nos saca medio punto en las notas y
nos deja el puto sueño por los sueños, al que le hace más la pelota al
contratador y entra en una empresa con un contrato basura o hasta sin él , o al
que, feliz de la muerte, aún trabaja, por una miseria.
Nos hemos rebajado a los
estándares griegos y nos recortamos con nuestras propias tijeras porque la vida
se nos ha vuelto diferente, ya no sigue igual ni de coña, porque a Julio le ha
superado Enrique, aunque diga que no y se soslaye , porque gritará y se desgañitará
el angelito , pero suena más en los altavoces del coche que no hemos pagado,
mientras que vamos sentaditos -sin arrancarlo- a hacer cola en el paro. Las ruinas de nuestras
ruinas no son las griegas del Partenón , sino la de las casas que tienen los
bancos, de los créditos que no nos dan y del trabajo que no conservamos ,
porque Ere se ha vuelto nuestro apellido y tenemos más miedo que un conejo
saliendo de la chistera arrugada de un mago, tanto , que no se escuchan gritos
exaltados pidiendo barbaridades, sino alabanzas a la Merkel, de que buena
gobernante o qué maravilla para su país, sin extrañarnos que Esperanza Aguirre
se haya ido , entendiendo la ingratitud de los que la jorobaban en su propio
partido , para ,cosas de la política que tan bien entendía Carillo, cuando hace
la despedida a la francesa la alagan como diosa de la fecundidad de
derechas. Las
oposiciones brillan por su ausencia, los funcionarios son acallados porque
parecen no tener derecho ni a protestar aunque les roben su paga extra y el
mundo está convulso, revuelto y pasmado, mientras las masas incendian embajadas
y Obama pide tiempo en el descanso del partido. No es de extrañar que Diana de
Gales se ría de todos nosotros, porque si tuviéramos dientes que enseñar,
también nosotros nos reiríamos.
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