Se nos ha pasado la
Semana Santa- como casi todo- yéndose por patas. Envejecemos, qué les voy a
contar a ustedes. Pero el problema es que no nos multiplicamos, por lo menos en
Cádiz capital. Por eso las aulas de preescolar se quedan desiertas de infantes
ávidos de volver a casa. Es la norma- desgraciadamente- de hace unos años. Pero no pueden
quejarse de que no haya niños (sino ancianos) los que no hacen nada por crear
industrias, por dar trabajo a los más jóvenes o a los más señeros en el paro. Hay que dar trabajo para que la gente se
multiplique y Cádiz – a día de hoy- sigue llena de parados. Otra cuestión es la
fuga de gaditanos que transita el mundo. No porque nos guste viajar (ni
mudarnos) sino porque no encontramos apego para desarrollar lo que llevamos
dentro. Si esto sigue así- en unos años- hasta Kichi será un viejo y nos
veremos divagando( en cualquier banco
de parque ) subvencionados por el
Estado. Eso con
suerte de que no nos dejen en un hospital y no vayan a recogernos cuando nos
hayan reparcheado las costuras. También pueden abandonarnos en una gasolinera
trending topic o a pie de barranco que sería lo más humano – ya les digo- para
gente que ama tanto la vida que la desgarra a pasos. Lo nuevo se abre camino
entre las rocas solo boquear la primavera. Quizás en Cádiz también. Sería cosa
de verlo. De importar trabajo y dignidad- que no es sino la misma palabra en
dos caras de la moneda- en vez de exportar jóvenes talentosos y entregados como
los de Minos abocados a morir entre las fauces del Toro sagrado.
Las aulas esperan ansiosas la llegada de gaditanos, beduinos o no, de múltiples
colores y etnias que pagarán nuestras pensiones. Ellos solo quieren bocadillos
de chocolate y video juegos violentos que llevarse a la boca, progenitores sin
género definido pero que estén trabajando para poder cuidarlos. Porque no es
que la gente sea egoísta, no que los tiempos hayan cambiado, no que los
anticonceptivos sean fáciles de conseguir, ni que los más jóvenes se reproduzcan
cada vez más tarde. Es el paro, la inestabilidad laboral y los sueldos en precario
que no dan ni para emanciparte de casa de tus viejos. Hay que echarle muchos
bemoles para traer un hijo al mundo sabiendo que va a pasarlas canutas, que lo van a explotar igual que a ti mientras
veis las mismas bochornosas noticias – sentados juntos- en el plasma. Porque
hemos dejado de ser esclavos sin conciencia para convertirnos en disentidores a
dos tuitadas. Nos quejamos por vicio de que no nos oigan, eternos sordos sin escrúpulos
los que nos mandan. No me extraña que estén vacías las aulas, que la Junta
anule líneas educativas y que Cádiz se quede para vestir santos con ancianos
desperezando las arrugas en los geriátricos y solos en casa. Es
la actualidad que nos regalan los que votamos, cada cuatro años un ramito de
violetas por nuestro aniversario.
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