Ni objetos de placer, ni de culto, tampoco muñecas hinchables de carne y hueso. Nunca diosas revenidas con pezones fuera. Ni mártires- ni vírgenes -que nunca rozaron el placer o la sensibilidad o el amor o la locura. Nada de eso
Una mujer ha presentado
una denuncia porque su ex – siempre presuntamente- le ha asestado con una
corneta en plena jeta. No es gracioso. Es típico, no de estas fiestas sino de todas. El otro
día una árbitro de futbol narraba- vía twitter- los insultos ”regalados” en un
partido que arbitraba provenientes de unas gradas repletas de menores de
catorce años. No estamos mejorando sino
muriéndonos en la ignominia, sin posibilidad de resurrección porque los
machistas se alimentan del odio y del miedo siempre. Son amamantados por los
chistes, por los videos sexuales y las canciones de reggaetón donde nos quieren
esposar a una cama para decirnos cuánto nos quieren.
El presunto de la corneta es músico en una banda procesional, pero la
vio con otro y no pudo seguir la marcha porque había trastocado el paso. Dicen
que lo sujetaron los mismos que procesionaban juntos en estación de penitencia.
Supongo que entendieron en el acto que no hay más dolor- ni penitencia- que
alguien que dijo en su día quererte te quiera golpear hoy con una corneta. Ya
les digo que está por debatir en los Juzgados si hay -o no- orden de
alejamiento, pero el follón se formó y es real como la violencia de género. No
lo achaquen a amor, ni a celos combinados. No es necesidad del otro, sino
necedad de creer que te deben de querer cuando han dejado de hacerlo. De
crueldad por dañar al que crees que quisiste de algún modo. Porque no es más
que dominación, estupor, venganza y bajerío supino. Nos
costará sangre de mujer que nos hagan caso, que no se rían de chistes fáciles, misóginos
donde los haya. Que no quieran ensartarnos en un banderín sacándonos los
colores por la boca porque arbitramos con normalidad palpable. Que no crean que
somos amazonas provocadoras de pasiones con tangas ensartados en la línea del
culo porque van a burdeles para celebrar cumpleaños. Somos
iguales para asentarnos firmes sobre las plantas de los pies y recibir
estocadas que duelen menos que el desprecio, la ignorancia o la dejadez de
mirar para otra parte. Estación de penitencia que recorremos con los pies
descalzos, con la mirada fija en dónde pararemos, en qué estación bajaremos las
maletas y diremos que es nuestra casa para no volver a mirar atrás.
No será fácil, ni divertido
porque los machistas se parapetan en cualquier tendido, tras las tablas de
leyes tan antiguas como las violaciones, raptos y tropelías que nos quiere
disfrazar la historia de amargos amores trágicos. No somos material de construcción
de nada más que nuestra propia vida. Ni objetos de placer, ni de culto, tampoco
muñecas hinchables de carne y hueso. Nunca diosas revenidas con pezones fuera.
Ni mártires- ni vírgenes -que nunca rozaron el placer o la sensibilidad o el
amor o la locura. Nada de eso. Nos quieren
borrar porque hasta ahora no hemos tenido manera de hacerles frente. Nos ignoraban
porque éramos pocas y mal preparadas. Pero …¿ Y si ha llegado el momento de
cambiarlo todo? Porque ahora tenemos a nuestro lado la inteligencia, los
títulos, los trabajos…Lo único que nos lo impediría sería el empleo de esa
técnica tan rastrera de enfrentarnos unas a otras con la envidia, los celos y la estética antes que
la ética. Una
corneta puede ser el camino para encontrar el tuyo. Tu fuerza tras la tormenta
en medio de una estación de penitencia. Porque ella se interpuso cuando el
presunto quiso agredir al nuevo novio, por eso recibió cornada en la cara con
dos entradas. Una la del que la despreciaba y otra la de todos aquellos que no
hacían nada.
En los Juzgados se verá en qué termina la tragedia sin diosas de pezones
aireados sino mujeres a pie de calle, ni avinagradas, ni enlutadas, sin mantillas,
ni aspavientos. Solo manos endurecidas de trabajar y coger
pitos de plástico para arbitrar por mucho que a algunos se les seque el
razonamiento solo de verlas.
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