Los futuros
universitarios no quieren ser empresarios. No me extraña, solo decanta sensatez
la decisión, porque díganme quién querría jugársela de por vida. Miramos las noticias
y vemos empresariado- enrejado- que pactaba con politicuchos que les llenaban
bolsillos, al lado de gente que se dobla las espaldas para pelear contra
grandes superficies sin nunca ganar la batalla.
Los niños de dieciocho -que quieren estudiar- buscan soluciones de
futuro. Deberían estar mejor informados,
no sobre los diferentes grados, sino sobre cuántas plazas se solicitarán en
años venideros de determinadas profesiones para justamente cuando ellos
terminen su carrera. Hablando
un día con mi podólogo me explicaba que a ellos les inflaron las estadísticas sobre
cómo Sanidad los absorbería para después quedarse con dos manos y un currículo
buscando trabajo en Australia.
El inglés es otra mecha corta que nos separa porque ahora se mete en
vena a los infantes , pero para los de mi generación- que son los empresarios
actuales- se nos quedó la chistera achatada dándose más importancia a la
asignatura de religión que a la de inglés. Eso cuando la impartían, porque en mi colegio- valga el ejemplo- se nos
inculcó el francés que ahora sí que se enseña en infantil desde hace un año y también
en secundaria, pero que a modo de salida de expediente -vía trabajo- no se
valora casi nada. Se nos pasó la
moda de los ingenieros en Alemania y aún colea la de los sanitarios, porque
seremos los cuidadores de esos guiris que mientras se tengan de pie y puedan
valerse les serviremos como camareros, para luego limpiarles las aguas veniales solo
se postren indefensos en un geriátrico. Es triste lo sé, pero realista. Por
eso a los niños hay que serles muy francos, sobre todo cuando las posibilidades
son escasas y nos cuesta un riñón tenerlos convenientemente preparados. Hay
mucho majadero que ve más cool estudiar un grado del que no hay salidas ni
caminando para atrás, que hacer galas en FP porque no sé por qué motivo
estrambótico hay quien no la pisa ni loco. FP se ha remasterizado, pero aun así hay gente que se mete a perder cuatro
años de su vida en estudiar arameo para declinarlo sirviendo cubatas en una
discoteca. No crean que los critico que yo estudié derecho y miren como tecleo,
al modo de Ramón Corrales que decía que era mejor entrar en cualquier carrera
que ya después cada uno encontraba su camino. Es cierto, lo importante es
prepararte pero si lo haces con cabeza, miel sobre hojuelas. Por eso ni veo
mal- ni desafortunado- que los que salen de Selectividad- y puedan- escojan no
solo Sanidad sino cualquier grado que les lleve a hacerse con un trabajo del
Estado, sea cual sea. A mí los funcionarios me molan como estilo de vida más
que los empresarios, quizás porque soy un eslabón perdido en esa cadena
invisible que ligaba a los de mi familia con los negocios. Pero también pinta
mucho en la ecuación haberlos visto pasarlas canutas, saber que hay que dar
alma y vida en una profesión que solo unos pocos entienden porque la han mamado
desde dentro. Los horarios son jornadas intensas si quieres preservarte, porque poner un negocio y quitarlo en dos días
no es opción adecuada más que para quedarte soplándote las manos embargado
hasta las cejas. Son malos tiempos para el tejido empresarial, pero entiendo
que quien no arriesga no gana, que siempre habrá como mi bisabuelo- mi abuelo y
mi padre -quien quiera y valga para ello, solo que yo tecleo con funcionarial eficiencia
en horarios aceptables para conciliar vida familiar, con jefes sin rostro -ni
voces altivas- cuando el producto que vendes no llega a tiempo. He visto caer en
la senda que lleva al colegio muchas ilusiones, también veo permanecer negocios
que se integran en nuestra vida como vertebras que la sustentan. Lo mismo lo
que los diferencia es la preparación y la planificación. Lo mismo la
inteligencia de saber tomar bien, la decisión correcta.
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