lunes, 12 de diciembre de 2016

LA NIÑA NO QUIERE

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Lo de las donaciones está muy bien, pero mi instinto- que es cruel- me dice que algunas veces hay gato encerrado. No tiene nombre el que usa a un niño para ganarse unos buenos euros, menos aún si lo unen lazos genéticos con la criatura.                                                Pero cuando vemos que todo el mundo se tira de este barco para sacar beneficio, nada nos extraña, ni siquiera que en un estudio sobre la mentira los menores de treinta prefieran no ganar un euro que decir una soberana falacia.                                                         Lo mismo no lo estamos haciendo lo mal que pensamos, lo mismo el ejemplo de nuestros próceres -entrando y saliendo de juzgados- no ha calado, ni los Grandes Hermanos son otra cosa que tele estupidez en barra horaria.                                                                                                             No es fácil levantarse para ir a trabajar a las seis de la mañana. No es fácil aguantarte el dolor a pecho lobo y chuparte las lágrimas, mientras das pasos de ciego. No es fácil la vida y el que lo piense yerra tanto como el camello queriendo entrar por el ojo de la aguja. Parece que tenemos carta blanca para hacer lo que nos dé la gana. Para montarnos en un coche y conducir ebrios de pastillas, para poner el nombre y la enfermedad de una criatura y sacar provecho de ella enlodando -en el tránsito-el esfuerzo de muchos por sacar a sus propios hijos de una bofetada del destino.                                               Hay gente que no tiene vergüenza de nada porque no se puede caer más bajo.                         Es fuerte ver en una portada un padre que ha sido detenido por jugar con la enfermedad de su hija. Muy fuerte para los muchos que se desayunan con un menor calándoseles en los tuétanos, sufriendo y amargando el alma imbatible que se corroe como el oxido, poco a poco. Cómo nos duelen los hijos y más si están enfermos. Cuánto nos duelen y qué no llegaríamos a hacer por ellos. Pero en ese proceso hay gente de acero fundido en cuerpos humanos, que se machacan para conseguir que sus hijos tengan las mismas posibilidades que los demás, aun habiendo nacido con lo que los demás llamamos “enfermedades raras”. Nos da mucha pena –en nuestra vulgaridad-porque durante un segundo creemos que lo asimilamos, luego cabalgamos a trote callado. Por eso es tan importante que sigan contando con nuestra paupérrima ayuda sin que nos excusemos en que un padre ha vendido una falacia porque -como los corruptos, como los defraudadores y los gañoteros- hay gente que vende su alma al diablo sin importarles estos corazones imbatibles que no piden ayuda para hincharse los bolsillos, sino para hacer volar la esperanza. Confiemos en ellos y hagamos que confíen en nosotros que solo cabalgamos a puerto seguro con hijos que nos dan disgustos light para sazonar la vida. Hay que ser muy valiente para pelear por un niño enfermo,  adormeciéndole con besos y caricias para que vislumbre el mañana. Hay que hacerlos crecer para que nos sazonen la vida.

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