No se han dado cuenta, pero
vivimos en blanco y negro. Lo mismo los jóvenes como mis hijos, metidos en la
adolescencia o sacándole brillo a la universidad, no se den cuenta, pero los
que hemos vivido ya eso e íbamos a los cines de provincias para vernos sesiones
dobles por un solo precio, sabemos que esto es un deja vu, por mucho que nos
digan que es una nueva crisis mundial, reciente y patatera.
La gente con todo lo que está cayendo no se entera, o no se quiere enterar
y sigue pensando a quién echarle la culpa y retrotrayendo lo que no se pude
estirar más porque ya se ve el hueso bajo el pellejo. Somos
muchos los que estamos hartos de escuchar que mucho paro , pero que los
supermercados y sobre todo las terracitas están llenas, porque la miseria con
publicidad no se viste de princesa, la gente lo está pasando mal, tan realmente
mal, que las moscas emigran al norte de Europa y nos dejan , africanos,
abriendo la boca , ya abierta.
Echamos a los más
preparados, hace tiempo, nos quedamos los muy jóvenes y los viejos y ahora
vamos a querer socavar lo poco que nos queda para maquillar el desastre y no
ver esperanza en el futuro sino españolidad, separatismos y palabrerías ,cuando
lo que se presta es llamar al pan , pan y al vino, vino y sacar cabeza.
No sé qué importante será para el indigente que malvive cerca de mi
casa, sobre ruinas de la burbuja inmobiliaria, que los políticos digan que esto
se resuelve ciñendo más aún el cinturón , sobre nuestro resuello , cuando ya no
tiene tela para encoger , ni cintura que apretar. No sé qué esperanza puede
tener en el futuro sin casa , sin familia, sin nada que echarse a los dientes
podridos, más que un litro de leche al día y un suelo húmedo sobre el que
dormir su pobreza. No es
el único con todo que puebla nuestro universo local , porque se le han unido
otros que ocupan casas devastadas por los desahucios, los que pegan a sus manos
ajadas, hierros olvidados, percheros de metal y tendederos vencidos por el intento
, para revenderlos a chatarreros sin alma que los truecan por botellas de vino
a céntimos , que se beben en plazoletas abandonadas por los ayuntamientos , a
sol del otoño veraniego y cogorza sesteante.
Últimamente, cuando la austeridad ya se ha
hecho una toga y los que nos gobiernan se visten con ella, coincidiendo con el día
de la salud mental, apareció un resucitado, un nuevo mesías de la desgracia,
sin ropa, sino tatuajes, Cristo redentor con cruz y todo y su madre, coronada,
a su vera, procesionando desde la bajeza de su cuello moreno, hasta encima de
la raja de su espalda, vertiendo su semblanza y desgracia por todo el torso
posterior , de este desgraciado. No
sabe de noticias que dictan las televisiones, ni de maridajes políticos , ni de
estándares electorales, él solo sabe de cuándo abre el supermercado de la
esquina y de cómo ponerse a sus puertas , crucificado sin madera, solo
aspavientos y brazos en alto ,haciendo flexiones laicas , tipo Eva Nasarre
masculinizada y bravía, no se sabe si para impulsar un donativo en especie a las
señoras que a esas horas tempraneras compran leche y pan o para quitarse el
moho de haber dormido a la intemperie.
La cosa es que
el jornalero en paro que coge espárragos trigueros y tagarninas e higos chumbos,
para venderlos bajo una sombrillita, al lado del aparcamiento, vence la cabeza
y lo mira con tristeza, porque tampoco escucha los noticiarios, pero rezuma
sabor de paro y desahucio , en la comisura de los labios. Es esta una
España en blanco y negro, no sé si se habrán dado cuenta. Las mujeres ya no llevamos
mantilla, bueno Soraya y Cospedal sí, pero solo en actos del Vaticano, pero
retrocedemos en derechos y nos cargan con deberes pasados, nos quieren hacer
ver torcido , cuando ya sabíamos hacer buena letra y los cines apuran sus
últimos suspiros, con sesiones doble – pobre y patética cultura-para no tener
que cerrar sus puertas.
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