jueves, 17 de noviembre de 2011

LA MISMA CARA PARA LA MISMA PRIMA


Hay veces que el cielo se nos abre ante nuestros ojos y entendemos…Vemos la realidad como lo hicieron los grandes y a la mayoría solo nos sirve para entender nuestra pequeñez.

Esta mañana, mi hija, mirándome tras su gafitas me ha asegurado que la cara de la mariposa era igual de fea que la de la oruga y eso me ha dado por pensar en la crisis que se nos alarga, en las inversiones que no se hacen, en los puestos de trabajo que no se crean y en la gente que se va a su casa sin el pan bajo el brazo.

Nos decían que todo iba bien y nos embarcábamos en más, porque gozábamos quemando la tarjeta de crédito y creyéndonos potentados de la nada. No pensábamos en el mañana, porque no queríamos pensar. Es lo que tiene creerse mariposa y no mirarse bien la cara para reconocerse oruga, a poco que bajemos las cejas y ensanchemos el mentón.

Somos orugas trabajadoras, orugas con alas que nos llevaron a volar para darnos el batacazo que ahora, seguro, desternilla a más de uno, la mandíbula, a costa de nuestro video de primera. Hay veces que no queremos ver, como Marta del Castillo no quiso presentir su muerte en los ojos fríos del Carcaño, ni sus envidias, ni odios rezumados, ni tampoco Esther quiso verla en su asesino, que ampara la ley del menor , para que se nos vayan – a dúo-por las parras judiciales , hasta donde les dé la gana.

No creo que Carcaño se quisiera suicidar, no creo que los padres de Marta encuentren la paz, en ningún sitio y menos aún en los brazos grimosos de la política, porque tristemente las caras de la oruga y la mariposa son la misma y es el mismo el que clava la patada en la cabeza o estrella una piedra en el cráneo de una menor, que el que le dice antes requiebros de muerte, para que caiga en las redes de la tela de araña.

Es lo mismo que cuando el de la inmobiliaria y el del banco nos decían que llegaríamos a fin de mes y que compraríamos nuestro piso y que lo tendríamos para dejárselo a nuestros hijos y ahora se lo quedan ellos, porque la cara de la mariposa es fea y estirada, amargado insecto del que solo vemos el parpadear de las alas , escondiéndonos su lengua caracoleada para llegar lo más lejos que pueda robando el polen de las flores.

Flores, que nos marchitamos en sudores trabajados, en lágrimas secas, en sueños perdidos y palabras calladas, con nuestro hatillo envuelto en una larga marcha sin destino, porque no hay nada, por más que todo iba bien, porque nos engañaron, no como a chinos que se suben en lo más alto de la ola y nos venden hasta el alma, sino como a españoles, los de la armada vencible y la división quebrada, esos que se cortan las piernas y aún andan.


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