No había que ser muy
listo para saber que el Popular quebraba. Se desangraba como si le fuera la
vida en ello. La última vez que fui a una de sus oficinas, el director se quejó
en argot gaditanero de que dijera en voz alta lo que pensaba. Pero era cierto,
si bailas salsa eres salsero y ellos iban directos a la quiebra. Los empleados
decían que no, que la entidad estaba invirtiendo dinero, porque las oficinas
estaban llenas de cajas y de enchufes nuevos. Pero algo olía a rancio, más si
eras accionista. A mí los del Popular me las hicieron pasar crudas, porque solo
comenzar esta etapa- “de incertidumbre”- centralizaron las llamadas y ya no
podías hablar con las oficinas directamente. Imagínense un gestor bancario con
el que no puedes hablar para decirle que te quieres ir de su entidad -por patas-
porque están quebrando. De penitencia, ya les digo. Como personaje de Ópera
italiana. Ahora ya el telón ha subido y vemos la tramoya, los actores y el
decorado a plena luz del día. Sabemos -ya sin duda -que ese hipotético euro que
ha costado al Santander, le saldrá muy caro a la gente que ahorró por décadas y
a todos aquellos que confiaron en que su dinero estaba a buen recaudo. Es
lo típico de este país que mi amiga Renata no entiende porque somos panegírico
de postal de los sesenta con leves matices de Crepúsculo. Se han quebrado ellos
solitos y alguien ha ganado mucho dinero. Los que lo han perdido reclamarán en
los Tribunales, último baluarte para la esperanza. Ya les he hablado de esa
línea telefónica que enlazaba con las sucursales del Popular a modo de la
Señorita Francis con personal que te remitía a dejar un mensaje porque el demandado
nunca se ponía y si lo hacía lo mismo se reía en tu cara. Les podría decir que
me dan pena los del Popular, pero solo de los que han perdido lo que legalmente
habían conseguido. “De los poderosos y ricachones inversionistas” que diría un
colaborador de otros tiempos en los que yo comenzaba. Gente que ahorra para
tener -como la hormiga- reservas en malas épocas. Ahora se les han comido las
semillas, como a los del Forum y los sellos, como a los de las preferentes,
como a los de las clausulas suelo antes de sentencia. Porque somos peatones de
esta vida en las que las grandes compañías nos gobiernan porque ellas pagan
elecciones y mítines, porque avalan con su presencia, porque caen bancos y
otros se lucran, en la diferencia. Hay mucho dinero volando peregrino en esta
piel de toro nuestra que Renata no entiende porque nació alemana, pero que a mí
me pone porque veo trazas de Lazarillos, buscones y barraganas. Ya saben lo que
me gusta el dieciséis para llevármelo a la boca. No había que ser muy listo y
sin embargo el director se ofendió con acento gaditanero de” josú, chillo qué
mué…”cuando era de honor empezar con un” lo siento”.
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