A las seis suena el despertador del mayor. No hace ruido al
levantarse y cuando me doy cuenta ya ha salido a la vida. Me estremezco y doy
por perdido el sueño. Me refugio en el ordenador, en su teclas secretas, hasta
que aparece, pasado un tiempo, una cabeza lanuda que se mece ante mí,
somnolienta. “Es demasiado temprano para que estés levantada”, le digo en tono
de queja tenue. Se acurruca en mí, suspiro y , con dificultad, vuelvo a las
teclas del ordenador que hoy son prometedoras. El escrito evoluciona
favorablemente , cuando siento otra cabecita gemelar que se ríe y me empuja.”¡
Tú también estas levantado!”, “la hermana me ha desperrtado”, gime embromado. “¡Ay
, ay!” me quejo, “qué par de tiestos”. La casa se estremece a latidos y el agua
corre y la cisterna se encabrita, la cocina se despereza y yo sigo , oídos
sordos, ante el escrito, que se revela como una fotografía antigua
desprendiendo colores, formando trazos y reviviendo personajes, que ni ensueños
pensaba que estaban ahí . “Mira”, siento de nuevo a mi lado y es un Nenuco
pelón , desnudo y enchurretado, producto del amor incondicional de una niña de
seis. “¿No deberías dormir más?, estás hecha una flacucha”. Al instante de
decirlo sé que he dicho una memez, pero es una memez de madre, madre que
escribe para más inri y que debe decirlo…”que estoy escribiendo”,”¿ ves que
estoy escribiendo?” o “¿mamá a que se dedica?”, cuando el Nenuco vuelve con un
mulatito y una aria regordeta, todos acunados en los delgados brazos de la
menor de la casa. Y es que es difícil saltar a la comba con la vida, mantenerte
a flote como los salmones, sabiendo que subes la cuesta , que desesperas la
vida en el empeño y que te despeñas en años, cumpleaños, nenucos que quedarán
olvidados y regalarás a Caritas para que otra niña , quizás lo quiera tanto
como la tuya. Los pasos del mayor ya se han perdido en la niebla y lo ves en tu
imaginación pasando las hojas virtuales de su atlas de anatomía, en el portátil
que su padre le regaló en una promoción de esas de puntos de periódicos. Le
sientes aún en la distancia, les sientes a todos ellos que son trozos raspados,
escoliados de tus vertebras , de tu cuerpo, no virtual, que se te ha ido por
ahí con otros ojos para mirar, otras piernas para correr y otros cerebros con
los que pensar y sacarse ideas de la cabeza. Es difícil soltar amarras y dejar
a los veleros hinchar sus velas y ponerse a la mar, hacerse a ella y pensar que
pueden naufragar ,porque la mar da más coces que las burras en celo y que ni tú
que eres avezado marinero sabes muchas veces como capear el temporal. Pero confías
en el velamen, en la mar serena, en el viento en calma, en la proa mirando al
horizonte y apagas el ordenador, porque ya sube la marea.
Ay, quién fuera avezado marinero ...
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