viernes, 4 de mayo de 2018

DESGRACIADOS


Resultado de imagen de manos con sangre
Lo son los que se manchan las manos con la sangre de un bebé. Como el de Arcos para el que la Fiscalía pide que sea internado. Dice que creyó que era el fin del mundo el que le acechaba con mensajes fulminantes en el móvil que se autodestruían. Muy inverosímil, lo sé. Pero dicen que estaba tan alterado que no habrá prisión permanente para él, sino internamiento.                                                                                                            El niño era suyo-de siete meses- engendrado con una mujer a la que regalaba palizas como norma de la casa. Vivían juntos y separados, por épocas más o menos malas.                  Lo entiendo. Lo del asesinato, no. Ni siquiera si de verdad estaba alucinado.                               Dijo que se quería tirar por una Peña, pero no lo hizo. Tampoco se suicidan aquellos que matan a sus mujeres con la violencia doméstica porque salen del trance con magulladuras y cortes superficiales. Ellas, muertas.                                                                                       No me lo creo, ni tengo por qué. Tampoco al que se descargó el video de un bebé siendo abusado por un hombre. De Chipiona city. Ya ven, ahí al lado. Es lo malo, que no sabemos qué clase de monstruos pueblan las calles cuando nos los cruzamos cada día yendo al mercado. No lo sabemos y eso aterra- tanto o más- como que cinco abusadores te metan en una casapuerta. Tanto como no verles con arrepentimiento ni pena, sino jactancia sobrada. Pena de libertades mermadas, de gente que se sale con la suya y bebés que maceran en jugos biliares porque les da la gana .                                                   La Peña debe ser la hostia porque no se subió a ella, ni se tiró, sino que apretó con fuerza contra su pecho al de los siete meses mientras éste pugnaba por respirar con su madre discapacitada recibiendo patadas y mandobles para intentar salvarle la vida.                Un dechado de virtudes, el alucinado, una buena persona que quiso salvar a su hijo de la barbarie de enfrentarse al fin del mundo que él le puso en bandeja porque es un buen padre y marido, arreador de coces de cuatro a seis y de nueve a dos.                                       Es llamarles desgraciados por no decir otra cosa, porque alucinados o presuntos me quema la yema de los dedos y leer sus hazañas me revuelve las tripas más que la gastroenteritis.                                                                                                                              Lo entiendo, es la presunción de inocencia. A la que respeto y  acojo en mi pecho, igual que el de Arcos al niño -con todas sus ganas- hasta que lo asfixió. Luego lo soltó, dejándolo tirado en el suelo. Porque lo amaba. Alucinado y todo lo amaba más allá de toda cordura. Como el del video del bebé violado, también lo miraba por compasión y por eso lo pasó a otros desgraciados por la misma meritoria razón.                                                                           Dicen que los chimpancés machos matan a los monitos que se meten en su territorio, para que no compitan contra ellos en el futuro. Los matan despedazándolos, luego se los comen. Lo mismo es eso, competencia, supremacía o que son unos desgraciados, que no se comen a sus hijos porque los consideran basura.

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