Nos gusta a todos el
morbo, solo que cada cual lo saciamos como nos viene en gana. En mi caso con
series a palmadas y otros con lo que se enchufan en vena proveniente del
plasma. Conocí una mujer que se pasaba el día entero con alarmas de internet en
el móvil para no perderse nada de lo que decían- o hacían-los de “Gran
Hermano”. Foros y mensajería eran su vida y el 24 horas hacía lo que le daba la
gana con ella porque hasta que no se quedaba dormida – por agotamiento- ahí
estaba dándole a las pestañas para no perderse nada.
Lo de las desapariciones y
asesinatos es primera plana en lectura de digitales y los tuiteros se queman
las yemas de los dedos por decir algo- lo suficientemente ingenioso- que les
valga más seguidores que tienen los que
enseñan musculillos o flequillo al uso. Desaparecieron hace nada dos hermanas y
se activaron las alarmas, no las de la policía que es normal que lo hagan, sino
también las de la ciudadanía buscando nueva carnaza que muchos ratos que han
pasado a costa de penas ajenas.
Nos gusta escarbar, saber y encima quedarnos tranquilos- o llorar a
mansalva- para luego olvidarnos a los tres días. Eso lo saben los que manejan
las audiencias y lo aprovechan porque todo lo mueven los mismos hilos que sacan
negocio de gatitos, mensajes enlatados o la cara de una criatura que debía
estar de vuelta en su colegio. Las niñas
desaparecidas que estaban acogidas en un Centro de la Junta solo querían ver a
su madre que suponemos que no tendrá la custodia. Ya saben las entradas y
salidas en los Centros de menores son
-más o menos- usuales dependiendo también de las criaturas que tenga alojados.
Como
les decía somos consumidores de casi todo y entre muchas otras cosas, de ese morbo
que nos da calorcillo cuando lo tragamos, porque nos sentimos importantes
aunque sea a costa del dolor de otros. Las cadenas lo saben- y los rotativos
también- haciendo seguimientos que no se recordaban desde el trato vergonzoso
que tuvieron las niñas de Alcasser por parte de todos los que fueron
succionando información. No sé ciertamente si es la posibilidad de la muerte o si
es el perfil de la desgracia porque hay tantos casos que llegan a nuestros
móviles- tanta información- que no sé cómo no morimos de incontinencia. Los
políticos se ceban también, cómo no cuando sacan votos de hasta debajo de las
tejas.
Lo peor los que tienen que llevar
su pena a cuestas encima aguantando elucubraciones, acusaciones con dedos
digitales y comentarios sacados de madre con faltas de ortografía encima.
Deberían dar agua con misterio o prozac aleatorio porque nos estamos
convirtiendo en miseria humana. Vulgo donde
los haya insaciable y genérico. Vago de hacer nada que tenga
mérito.
Y así seguimos braceando, pasando a otro tema y consumiendo gatitos,
deserciones de la vida, chistes fáciles y retuiteos. No
me hagan caso, siempre que pasa esto me cabreo porque deberíamos ejercer el
respeto, la empatía y el mirar por los demás aunque solo fuera un ejercicio que
nos hubieran machacado en el colegio. Pero cómo hacerlo cuando menores de 15
arrojan lejía a la cara de otro escolar simplemente porque les molesta. No nos importan
nada asentadas posaderas en un rincón viendo las noticas, palpando la llaga
sangrienta mientras comemos un bocadillo de tortilla sin levantarnos siquiera
no sea que nos perdamos algo que luego no procesemos. Como la que se enamoró
del guapo de “Gran Hermano” llevándoselo a todos lados y llorando por él cuando
lo echaron, con tanta pena que hasta el marido decía que se iba a poner mala. Vulgar
comedia que no dura ni para la merienda. Pero cuando hay dolor de verdad, deberían separar y dar cobertura para ayudar-
no para levantar las caídas audiencias -que el respeto es condición elemental
de una buena educación que debería ser asignatura obligatoria en las escuelas.
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