No sé si recuerdan la presunta violación en el
antiguo Hotel “Caballo blanco”. Es difícil ya lo sé, porque son historias sin
importancia que solo – si se resuelven- colapsan aún más los penales. Se la
traigo a colación porque han trincado al presunto, fugado en el Cuervo donde el
pan es un placer para paladares camperos. No
es de extrañar que ese fuera el sitio elegido, porque la localidad fronteriza es
pasacalles de camioneros y caminantes (a cuatro ruedas) hacia destinos
infinitos. No ha sido ese el final del
presunto-como el de Anglés- porque como ya les dije le han trincado los de
Seguridad ciudadana, identificando sus pobres pertenencias la víctima. En este
juego de rol que es la vida todos llevamos cadenas, pero las de algunos son más
gruesas. No
es la detención- ni las pertenencias- las de Roca con Mirós en el cuarto de
baño, ni las de los políticos al uso de las que estamos tan acostumbrados, con
flases de fotógrafos y prensa aposentada en la acera de enfrente. Una manta, un
rosario y una tienda de campaña era lo que guardaba en una pensión de el Cuervo
hasta su detención y por ellas por las que- la pobre mujer a la que se cree que
violó-lo ha identificado sin dudarlo. Abran
la mente y verán que no es más que miseria lo que se esconde detrás, con
cuchillo de grandes dimensiones incluido y alegría inmensa de santos invocados
que no la matara en el rifirrafe. Son
historias que se nos cuelan entre carnavales y comparsas, entre quién va a
ganar el Concurso del Falla y un cuerpo de mujer flotando por el caño de Santi
Petri y de la que solo se ha encontrado un zapato. Porque
somos plancton cárnico y masificado, con preceptos y reglas que no cruzan fronteras,
ni enseñan a los que vienen más que los lujos y las posibilidades de los
poderosos. Una manta, un rosario y una tienda de campaña es un eslogan de
nuestra civilización, un santa santorum de nosotros mismos; Cuerpo, espíritu y cielo
que cubre nuestras cabezas encerrados en una habitación de una pensión de
fugados de la vida. El
cuchillo de grandes dimensiones aterra, como el zapato huérfano de pie que
navega donde lo lleven las corrientes en unas aguas salobres cargadas de
historia de pérdidas y dioses, que son las dos caras de la misma moneda. Ese
cuchillo virgen, esa violación cotidiana, ese joven que dio la voz de alarma y
ayudó en fases de una misma partida olvidada. Conminamos nuestra vida a
alegatos contra el tiempo , al que sucumbimos como el pan del Cuervo por
inanición de bocas, por no saber prosperar más allá del localismo que está muy
bien para los años 20 pero ahora está condenado a la ruina. Pan espeso y
moreno, tanto – quizás- como la esperanza en el futuro de la mujer violada, que
solo ser dada de alta por el hospital correspondiente cogería las calzas y se
alzaría sobre ellas para mirar a la vida frente a frente. Bolsos traspapelados
entre pinos deslucidos, camino a pasos lentos hasta el Dia para aprovisionarse
y luego de vuelta al redil que los clientes se escapan y los pijos miran despectivos.
Urbanización que fue icono de prosperidad y progreso para mujeres tan
morenas como el pan del Cuervo, tan dulces
y mullidas, con la corteza tan dura que ni un cuchillo de grandes dimensiones
se atreve a darle un tajazo para robarles lo poco que tienen en manos , cuello
y brazos. Violaciones paganas a pie de la opulencia maldecida y abandonada, con
propuestas millonarias de levantar lo que cayó con el ladrillo que fue mucho
más que la economía global , porque hay muchos nombres y apellidos desahuciados
y quizás una manta, un rosario y una tienda de campaña. Lo han
detenido- y puesto a disposición judicial en tiempo record -porque estaba muy
bien descrito, porque no tenía donde irse, ni un Miró pegadito entre el retrete
de Roca y un lavabo de Carrara.
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