viernes, 12 de enero de 2018

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL ANUARIO DEL2017 DEL FARO DE CEUTA

ANUALResultado de imagen de ESPUMILLON Y CHAMPAN

Llevo mal la vejez. A veces creo que estoy en una cápsula del tiempo. Los idiotas solo tienen más arrugas, los “malasangre” dientes implantados.                                                   Me veo a mi misma y sigo igual, perennes dedos sobre teclas sin que pase nada , ni se mueva el mundo.                                                                                                                                                  Ha pasado un año porque lo dicen los calendarios julianos que se hicieron por amor para jorobarnos a todos y robarnos la cordura de las estaciones en la cara y los fríos inviernos.                                                                                                                                                    Se hace fiesta de lo más usual porque necesitamos el olvido del pasar el tiempo matándolo con aburrimiento. Ya ni vemos escaparates de juguetes, ni compramos turrones en octubre , ni noviembre. Nacimos empachados de noticias, de amistades consensuadas y de ritos paganos que no destilan ni sangre, ni sudor, ni lágrimas.      Incluso “Gran hermano” se ha desfasado y ya buscan cómo comernos el coco con otra payasada.                                                                                                                                         No crean que estoy deprimida por el nuevo año, todo lo contrario. No crean que me pasa factura la falta de mi compañero. Aguanto entera. Es la duda vital de si esto merecerá la pena, de si no será un espejismo que nos componemos todos los días cuando nos levantamos cada mañana en un paneta que llamamos Tierra con tanta discriminación que aún existe la esclavitud , la trata de personas y la venta de órganos.                                          Un planeta apegado al sol que lo protege y mata- al mismo tiempo- con radiaciones que no sabemos a qué nos conducen pero que nos da igual porque nacemos para oxidarnos con ese aire tan puro que se nos mete en las células y nos las envejece y mata.                       Nos paren llorando por lo que se nos vienen encima , porque la vida es trabajosa aun recién estrenada. Nos devenimos en pateárnosla entera, en buscarnos acomodo, en leernos un periódico local que amasamos como si fuera de la familia porque nos da la tranquilidad de que no estamos en una burbuja del tiempo, sino acabando diciembre y pendientes de un hilo de enero.                                                                                                         Es la más soberana tontería celebrar este nuevo año- esta nueva vida- porque estamos en una burbuja temporal en la que comemos, defecamos, amamos u odiamos para morirnos sin plazo inagotable de espera, porque somos finitos desde nuestro nacimiento.                    Llevo mal estas fechas. No sé si se han dado cuenta, pero aun así escribo porque es lo que soy… párrafos sueltos, desmantelados y áridos como yo misma . Doy gracias porque aun estáis ahí y no os habéis ido tirándome -hecha unos zorros -en la más cercana papelera. De todas formas me reciclareis como a vosotros mismos, como a la vida, como al año que ya olvidamos porque quedó atrás como los meses vividos, nuestras penas o nuestras miserables glorias. Se recordará porque la mente prodigiosa nos digiere todo lo que sentimos y nos lo traduce en lágrimas, sudor y sangre.                  Somos perecederos como el pescado que venden para la cena de fin de año, como los polvorones que se enranciarán en la despensa, como los saltos de subsaharianos rezando arriba de la valla de Ceuta, como el mar azul plagado de gritos de gaviotas, como una estrella que se convirtió en planeta.                                                                                     No es que lleve mal la vejez, es que me hago vieja. Mucha más desde que no está quien me hacía reír, quien me reñía y gritaba mi nombre- con cálido acento- llamándome casi todo el día. Siento un pie en la tumba del olvido cerniendo mis días, acumulando errores -nunca aciertos- perdiendo vigor vital y acunando -hijos de hijos- que nos sucederán donde estemos. Perdónenme pero son las fechas. No me gusta una reunión formal. Los gritos de los niños me dan dolor de cabeza. No bebo alcohol , ni canto , ni bailo porque soy lo que llaman en Cádiz una “siesa”. Es la fecha, el 31 que tiene pico de insectívoro clavándosenos en la médula, sacándonos el tuétano del tiempo, alojándosenos en el cerebro para volvernos majaretas. Debería estar brindando por lo que hay por llegar , porque se acabe el invierno, pero me duelen los dedos que aprietan las teclas. Ha pasado más de un año en mi cápsula del tiempo. Estamos de nuevo a Diciembre con polvorones y espumillón falseando las fiestas.

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