La Naturaleza es mala
con nosotras como algunas mujeres que se sienten mejor si tiran por el suelo a
otras.
Nos han inculcado a golpe de mesa
camilla que no debíamos confiar más que en nuestra madre, porque las amigas
siempre nos podían traicionar. Pero no es cierto. No es más que un bulo
machista para que no hagamos muro contra ellos. Lo
de “madre no hay más que una” tampoco es cierto, si no que se lo digan a cada
una de las criaturas a los que sus padres asesinaron a sus madres y se quedaron
al cuidado de las tías, las hermanas
mayores o las abuelas.
La Naturaleza es una perra con nosotras porque nos manipula como quiere
gracias a las hormonas que nos hacen parecer títeres a su antojo. Crecemos
rápidamente para parir hijos que regalar a la tierra, sean o no de nuestro
agrado.
Las niñas del
equipo de mi hija se asombraban el otro día de que una de las madres pudiera
haber parido con solo quince años, porque su mundo se circunscribe –afortunadamente-
a los estudios y los entrenamientos. Pero sí que se puede parir con quince años
y aún con menos.
Nuestra vida nunca fue fácil . Tampoco ahora que por tener derechos- que
nos igualan- nos matan a puñaladas traperas pasándose por el forro los
alejamientos, las pulseras o las sentencias. El violador de Amate reconoce- con toda la
tranquilidad- que la violencia es suya porque se verá-como tantos otros
desgraciados- como un súper villano de película. Los que matan a sus ex parejas
se suicidan porque temen la reacción social, pero sobre todo porque son unos
miserables que ya no les queda nada, ni siquiera el respeto de su propia
familia.
La Naturaleza nos estruja y nos hace desbocar los pechos, no para darle
de mamar a los nacidos sino para que los perseguidores rabiosos nos los
estrujen para que nadie los pueda poseer más que ellos. Violan, matan y
escarnecen a pasos seguros porque nos ven como materia informe sin nada que dar
más que placer, sometimiento y asentimiento. Ana Orantes murió por rebelarse a
todo eso, por no querer meter en un agujero la cabeza. Por eso la quemó él que
luego se pudrió en la cárcel sin aprender a amar nunca , a nada ni a nadie.
Luego le siguió un hijo y otros muchos que jamás entendieron nada de la vida
porque no es la Naturaleza más que nacer para morir, sin Arte ni Literatura,
sin amor, ni líneas rectas. Las mujeres- poco a poco- hemos moldeado a la Naturaleza
desde los tampones egipcios hechos con papiros para darnos más libertad, hasta
las hechiceras del dieciséis campando libres por los Campos de Castilla. Hoy
peleamos por estar, por convidarnos de todo lo que ellos dan por hecho. Nos
cuesta la misma vida, no solo a balazos certeros dados a la puerta de un
colegio, sino trabajando por menos salario, siendo acechadas por patriarcas
convencidos de que su bragueta entraña la última maravilla del planeta. No es
que sea difícil es que es cargante, cansino y tremebundo, pero aun así lo
hacemos cada mañana. Nos
reímos en la cara estirada de la Naturaleza por estar permanentemente
hormonadas con menstruaciones y menopausias, con legrados y ligamentos de
trompas, con píldoras anticonceptivas y embarazos gemelares con más de
cuarenta. Hemos cogido a la Naturaleza por los cuernos y -como Europa- nos
hemos montado en sus trancas para que nos dé el viento. Queremos y podemos
hacerlo, ahora sí que es cierto. Porque hemos cambiado los tacones de paseo por
la muletilla de ir a la caza. No
matan, porque nos reventamos cada día y prosperamos. Eliminaremos las machadas
que en realidad son trampas para cazar incautas cada vez más especie extinguida
por la ciencia, la cultura y la experiencia.
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