Siempre creímos que
serían las cucarachas las que heredarían la Tierra. Por qué no , si son –al
parecer- indestructibles aún con radiación en el ambiente. En
Cádiz las palomas han puesto el ranking de la supervivencia más alto a su
favor, dejando lastrados a los insectos. Sabíamos
– hasta ahora- que los edificios abandonados eran reducto de desheredados que
buscaban un techo con que cubrir sus cabezas. También que los stock inmobiliarios- de los que los bancos no podían
deshacerse- campaban inalterables entre la jungla urbana. Pero en la Tacita sabemos
que los indigentes prefieren cobijarse bajo puentes y en casapuertas recogidas
que en mamotretos ladrilleros, así que son las palomas las que habitan un
edificio abandonado – propiedad del Santander-habiéndose convertido allí en
plaga. Judicialmente
todo tarda muchísimo así que el edificio asentado en la Barriada de Segunda
Aguada –a la espera de ser adjudicado-anda inundado de palomas incordiando a los
habitantes colaterales. No
es extraño porque son insanas a más poder por mucho que Noé las escogiera como
emisarias de buenas nuevas o Picasso las pintase para un cartel intentando
impedir que hubiera más guerras en 1949. Antes
del cristianismo- y de Picasso- ya las palomas lo petaban, siendo Afrodita(
nada menos )quien las tenía como mascota. La verdad es que también tenía almejas,
delfines y anémonas esa diosa de gustos tan diversos. El
problema real de las palomas es el asentamiento y la defecación que pueden
transmitir entre otras la neumonía, la hepatitis o diversas afecciones
cerebrales, así que imagínense el chollo de tenerlas cerca. Están los piensos esterilizantes que las recogen
en su número sin que se multipliquen a su antojo. Después los coches, las
ratas, las patadas de bestias y los accidentes fortuitos hacen los suyo. Lo
malo del invento es que elimina a los gorriones que están en decadencia. No
tengo ni idea de por qué Picasso escogería un animal tan desastroso, más que
por su estética de ojos de cierva enamorada con alas. A mí que soy muy de
animales no me ha dado nunca por ellas, supongo que por la convivencia obligada
de años de paseante de la Plaza España viéndolas posarse – piojosas perdidas-
sobre las cabezas de incautos angelitos. Ya les digo que siempre me dieron
dentera como los reptiles, los insectos y por supuesto las ratas. Sé que hay
algunos que son también símbolo de buena suerte además de ser culturales las
fobias o filias que nos acarrean, pero ya les digo que los que tiene que
convivir forzosamente con ella- que no está la vivienda hoy día como cambiazos-
tienen mi absoluta comprensión y apoyo. Supongo
que nadie heredará la Tierra cuando los dictadores rijosos se metan cañonazos
de puchero adobados de fantochería y estupidez a raudales. Quizás por estos
nuevos tiempos -tan afines al 49 cuando intelectuales de medio mundo se
reunieron para que nunca más hubiera una guerra mundial-las palomas nos toman
como refugio anidando en los esqueletos de la crisis económica que no es sino
embrión de muchos conflictos y desigualdades. No sería raro escuchando los arrullos
que nos empapásemos de política internacional más que en cualquier debate de la
Sexta, porque muy limpias no serán pero de seguro están en el aire junto con
tierra de maceta ventolera y chismorreos vecinales. Lástima de pasado glorioso -que
como el de la Bahía- se diluye en los mares azules, los trasatlánticos de lujo
que arriban de costado y las familias de apellidos ilustres. Pobres palomas sin
paz que se precie, sin pienso que multiplique los panes y los peces, sino que
lastre las ansias amatorias, los arrullos , los idilios de película en
cinemascope, sin first dates de raritos queriendo batir récor de audiencias.
Pobre Afrodita tan vapuleada por ser moza de buen ver y libre de ataduras,
griega e ibérica de mañas con padre opresivo y mascota mansa.
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