Qué le debe llevar a un
menor a plegarse para buscar una salida. Porque debe tener un componente
importante de fantasía al igual que la creencia de algunos jóvenes ( entre los
quince y los diecisiete ) que piensan que encontrarán trabajo en menos de un
año y- encima- les pagarán al mes 1.500 euros. Luego
lees denuncias de padres de menores abusadas en plena calle por pandillitas de
macarras recluidos en centros, pero que en sus evasiones clandestinas intentan perpetuar conductas encastradas
ideológicamente. No me tachen de radical pero no creo que se
pueda importar a una persona y cambiarle el alma. Si mastican fat food
televisiva sabrán que hay un programa que trata de matrimonios entre
inmigrantes y americanos que les posibilitan a los primeros la residencia legal
en el dorado país. Aquí
importamos pateras pero no sociabilizamos -ni educamos- y luego se nos ve la
portañuela en las calles vendiendo pañuelitos o acorralando -para toquetearlas-
a menores de trece en su propio barrio. El
menor que se plegó en los bajos del autobús pensaría que aquí todo era gloria
como los inmigrantes que camelan a un gordito americano para pasar la frontera
más dura , pero después la vida se impone y estás acampado en ruinas esperando
trabajo en un vivero por pocos euros o el americano que creías Onassis tiene
más trampas que un pajarero. Es magnifica la
solidaridad, la empatía y la verbalidad impresa en unos labios que esporan
maravillas, pero pronto esos emigrantes nos son tan diferentes como nuestros
propios hijos a los noruegos o los suecos. Los
que un día fueron nuestros niños- a los que hace nada cambiábamos pañales- se
nos van a mares profundos comedores de almas. No en los bajos de un autobús
sino en la cubierta, con el estómago encogido y sin saber qué dicha les
deparará el mañana. No son ilegales pero les miran de medio lado en esa Europa
rica y pija que nunca nos quiso a los latinos sureños de piel tostada , gastadores
a dos manos. Somos pueblo- para ellos- de camareros y “señoritas”, servidores
de café y cubatas con sol a raudales caminándoles por la chepa. Ahora que hemos crecido y nos va la marcha
luxemburguesa adobamos -los pañales de adultos- a jubilados pálidos como
vampiros que vegetan gracias a unos impuestos que pagaron en vida que
asustarían hasta al Ministro Montoro. Para eso hemos quedado- no se me
escancien- para darles derecho de pernada con nuestros hijos y escandalizarnos
cuando leemos que pandillitas de ilegales han acorralado a dos niñas que
podrían ser hijas nuestras. Porque la verdad tiene raíces pervertidas,
confundidoras y bipolares como las fronteras, las pateras y las leyes que
separan almas que – en algún hipotético sueño adolescente-nacieron hermanas. Plegatines
de huesos jóvenes repletos de calcio, sin artrosis ni fibromialgias, apreturas
de cuerpo presente en una jungla que da pasos agigantados, comedora de
inocentes, de rabiosos y amargados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario