viernes, 19 de mayo de 2017

HAY COSAS PEORES

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Ya se huelen aires de fiesta y de comuniones. No hay que ser Juez para darse cuenta de que - para celebrarlas- pierden la chaveta. Hormiguitas bien dispuestas tejen con palaustres vidas que se les escapan de las manos a bocas llenas.                                          En mayo sube el ranking -de las panderetas y fanfarrias- porque los niños se nos procesionan a la vida adulta. No hay casa que quede recogida y la sociedad aprieta para que los vistas de príncipes y les des el primer convite de su vida.                                                                                 Ya saben que en mi casa no gastamos en estos fastos- eso que nos ahorramos- y además la edad ya está pasada porque los gemelos van para once y les tocaba el año corrido en el calendario. Pero es fiebre vírica para la generalidad que no hay acontecimiento, aunque sea partido de liga , que no se va expuesto a su influencia. La fuerza que tiene estos actos -que más que religioso se han convertido en sociales- es tanta que hasta la entrenadora de mi niña ve más normal faltar a un partido- por asistir a la comunión de un allegado -que por ir a la clasificación de un hermano. Baremos que dirían algunos- sobre todo- porque lo que impera no es el trabajo o la dureza moral sino lo que piensen de nosotros. No me sean muy duros con la entrenadora, solo tiene 26 y le quedan tantas vueltas de campana como al metal sin refinar por las manos del fundidor. Será envidia porque no peino canas si me doy aprestos con el tinte , pero las carnes se resienten y sobre todo- como bien diría mi amiga Amparo Butrón- la mala leche que impregna los huesos. Las comuniones me estresan casi tanto como un día en la Feria donde no le veo el chiste a pasear sobre la arena, con la música reventándote los oídos, con aromas perfumados de vino rancio y defecaciones de caballo. Ya ven que soy toda poesía y que tengo el espíritu acabado de llegar de unos ejercicios espirituales. Y es que ni sitio para jubilarme tengo que una amiga quiere marcharse a un convento de clausura a pintar y a mí me suena que cuando haya plaza libre de oposición para monja pastelera, alguien más indicado que yo me quitara el puesto dejándome sin catar los mejores manjares. Fe ya les digo que no tengo, pero sí infinita paciencia. Lo mismo es voluntad celestial que mi infierno esté en la tierra, adobada de comuniones y ferias, con niños chillones en castillos hinchables y padres semi- alcoholizados dándome la tabarra, que no es normal comer, criticar y beber a dos carrillos y que después sea mi Sombra el que se muera. Mayo es el mes de las floraciones, el de los cruceristas sin pasta , el de las emigraciones a Marruecos con coches gastados llenos hasta las trancas, el de niños que no han pecado más que contra los dolores de cabeza y madres rejuvenecidas con fajas hasta las cejas.

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