Se detuvo a un hombre
de 45 años por presunto delito de acoso sexual. Las menores acosadas solo
tuvieron que llamar a la policía, amén de refugiarse en un colegio para que el
presunto las dejara en paz. Si
son de mi generación- y mujeres- no les tengo que explicar lo que pasaba cuando
eras menor e ibas en el autobús urbano. Era una lucha constante por preservar
no ya tu anatomía- que también- sino tu integridad moral. Hay
veces que mirando atrás creeríamos que no ha pasado, ni hemos vivido en un país
donde se premiaba la hombría en los términos más rancios como si fuera algo
digno de la mayor de las recompensas. Desgraciadamente
en según qué temas, no hemos cambiado demasiado a pesar de muchas políticas de igualdad
que nos inoculen en vena. Ayer mismo, al elogiar a una cría compañera de mi
hija en el colegio por buena estudiante y mejor persona, la progenitora me
contestó muy seriamente: “No es mala del todo, para ser mujer”. Me dirán que no tiene nada que
ver este tipo de situaciones con el acoso sexual, pero sí porque si una madre,
no valora a su propia hija por ser mujer, qué podemos esperar de los demás
integrantes de esa misma sociedad. Se acordarán – ya les digo- las de
mi generación de los piropos , del trato machista en las películas de destape donde
las mujeres iban ligeritas de ropa y donde todo estaba permitido para ellos,
mientras ellas defendían la integridad familiar, el apellido y -con él- la honorabilidad
pendiente de la intocabilidad de su virgo o de la fidelidad conyugal. El hombre
podía poner cuernos con la misma liberalidad que los del 12, pero ¡ay, amiga! adónde
podía llegar el río , si eran ellas las que saltaban la mata. Las de mi generación
vivíamos acoso sexual en primera persona, solo empezar a llover y tener menos
de quince y ver como un vejestorio se metía en el mismo portal para empezar a
hacernos proposiciones vejatorias, que nos hacían salir corriendo- con lluvia y
todo- de estampida. No te podías fiar- tal era la impunidad existente- ni de
los amigos de tu padre, que a la menor ocasión y solo brotarte los senos, ya empezaban a zumbar a tu alrededor como
zánganos cachondos con el polen. Después con las redes, te das cuenta de que no
eras para nada una rara avis, sino que pasaba porque se dejaba pasar, porque
aún ahora creen que todo lo tienen servido en bandeja y que una mujer, una niña
o una adolescente, no son más que mesa en la que comer lo que nos gusta para
dejarla después tirada de cualquier manera.
Algunas
veces se asombrarán de que cuando hay un asesinato de género los vecinos no se lo
puedan creer -que ya deberían solo con las evidencias- sino que además salgan
dado la cara por el presunto diciendo que era buena persona y que cumplía sus
obligaciones. Pero también sucedía en nuestra época, porque nos callábamos sabiendo
que nadie nos haría caso si lo decíamos, como mucho nos echarían la culpa de
haberlo provocado nosotras. ¿Por qué no? Si una madre descerebrada dice de su propia
hija que no es mala para ser mujer. ¿Se puede ser más idiota?. Cuando se supone
que una hija necesita de tu protección, tu ayuda y tu apoyo. Cómo vas hacerlo,
o a educarla correctamente, si piensas que su-tu- género es una maldición y por
el mero hecho de ser mujer la conviertes en algo malo por sí mismo. Parece que hemos avanzado mucho porque la
policía ha detenido al presunto, lo ha puesto a disposición judicial y está en
prisión, luego de juicio rápido. En realidad sigue habiendo acoso sexual, sigue
existiendo la mentalidad maldita y siguen pariendo hijas mujeres machistas. He visto cómo se metía una
jovencita en el autobús, la intentaba sobar un cerdo y la gente-hombres y mujeres
de edades indistintas- lo abucheaban y se tenía que bajar por patas en la
primera parada. Parece que ha cambiado como la piel de una serpiente, pero la
igualdad real se nos resiste como tétanos y huesos marcados por ella, en el
ADN.
No hay comentarios:
Publicar un comentario