viernes, 18 de noviembre de 2016

ME LO CREO


Un alumno de Almería ha abofeteado a una profesora. No es noticia más que porque le buscan para expulsarle 29 días del centro. No es trendin topic- aunque debería- porque estamos llegando a unos puntos negros peores que los de los accidentes de tráfico. Hemos atravesado líneas invisibles en las cuales los padres nos quedábamos obsoletos, la sociedad se nos echaba encima y pasábamos del hostiazo sin remisión a hacer los niños lo que quisieran. Dirán ustedes que es un caso aislado, pero el otro día  una amiga jefa de  estudios me comentaba la expulsión de un alumno por absentismo. Decía apenada que era una medida drástica que el Centro no había empleado nunca hasta ese momento , pero que era necesaria porque el padre se pasaba dos telediarios pretextando que el niño no iba a clase porque le costaba mucho levantarse de la cama. Saben de sobra que no soy amiga de los castigos físicos, sino de la educación con reprimendas y de limitaciones de esas tecnologías que tanto les gustan y que los tienen “enchufados”. La televisión e internet- que ya ven son herramientas fundamentales para ver un museo virtualmente, planear un viaje maravilloso o comunicarte con alguien en otro idioma- se nos han ido al traste y nos han devuelto niños maleducados y pusilánimes que vaguean por doquier poniendo excusas paternales. No solo no estudian sino que dan morcilla en clase y el más burro es el más popular y el que yace -en el término bíblico- con más niñas de doce años.                                                                                                                 El futbol es su pasión, los videojuegos, la cachimba y los amiguetes, su vida y los padres un ancla difícil de llevar si no cortan amarras antes de los 16.                                        Abofetear a una profesora en su argot no es más que una medalla nueva que colgarse, cuando hemos visto videos de cabelleras cortadas o quemadas, insultos y vejaciones en aulas de instituto. Cuando a nuestros niños los vemos convertidos en algo tan cafre, cuando nuestra estirpe nos convida de tanta vergüenza, pensamos qué hemos hecho o qué no, sin que se nos queme la conciencia.                                                                                                               Sé que a muchos les gustaría aprovechar la coyuntura para dar dos buenas hostias en una cara aún no afeada por las excreciones capilares, pero no, que es la R mayúscula la que impone su baile, respeto y educación a raudales, libros y más libros a bocanadas, videos de museos destruidos por la barbarie y de cabezas cortadas por no profesar un único credo,  el de la barbarie.                                                                                              Llevemos a nuestros cafres de pacotilla a presenciar barrabasadas, en B mayúscula, porque lo mismo se aplacan y entienden que en ese difícil arte que consiste en no amar a nadie, ni respetar a nadie, hace ya muchos siglos que les sacaron ventaja. Denle al chico huido reprensión de cabalgada en la biblioteca por días , que le presente sus disculpas a la profesora acongojado  y que repinte puertas de excusados y de aulas generales. Lo mismo -con el trabajo y el pensamiento unidos- conseguimos algo.

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