Un alumno de Almería ha
abofeteado a una profesora. No es noticia más que porque le buscan para
expulsarle 29 días del centro. No es trendin topic- aunque debería- porque
estamos llegando a unos puntos negros peores que los de los accidentes de
tráfico. Hemos atravesado líneas invisibles en las cuales los padres nos
quedábamos obsoletos, la sociedad se nos echaba encima y pasábamos del hostiazo
sin remisión a hacer los niños lo que quisieran. Dirán ustedes que es un caso
aislado, pero el otro día una amiga jefa
de estudios me comentaba la expulsión de
un alumno por absentismo. Decía apenada que era una medida drástica que el Centro
no había empleado nunca hasta ese momento , pero que era necesaria porque el
padre se pasaba dos telediarios pretextando que el niño no iba a clase porque
le costaba mucho levantarse de la cama. Saben de sobra que no soy amiga de los
castigos físicos, sino de la educación con reprimendas y de limitaciones de
esas tecnologías que tanto les gustan y que los tienen “enchufados”. La
televisión e internet- que ya ven son herramientas fundamentales para ver un
museo virtualmente, planear un viaje maravilloso o comunicarte con alguien en
otro idioma- se nos han ido al traste y nos han devuelto niños maleducados y
pusilánimes que vaguean por doquier poniendo excusas paternales. No solo no estudian
sino que dan morcilla en clase y el más burro es el más popular y el que yace -en
el término bíblico- con más niñas de doce años. El futbol
es su pasión, los videojuegos, la cachimba y los amiguetes, su vida y los
padres un ancla difícil de llevar si no cortan amarras antes de los 16. Abofetear
a una profesora en su argot no es más que una medalla nueva que colgarse,
cuando hemos visto videos de cabelleras cortadas o quemadas, insultos y
vejaciones en aulas de instituto. Cuando a nuestros niños los vemos convertidos
en algo tan cafre, cuando nuestra estirpe nos convida de tanta vergüenza, pensamos
qué hemos hecho o qué no, sin que se nos queme la conciencia.
Sé que a muchos les gustaría aprovechar la coyuntura para dar dos buenas
hostias en una cara aún no afeada por las excreciones capilares, pero no, que
es la R mayúscula la que impone su baile, respeto y educación a raudales,
libros y más libros a bocanadas, videos de museos destruidos por la barbarie y
de cabezas cortadas por no profesar un único credo, el de la barbarie.
Llevemos a nuestros cafres de pacotilla a presenciar barrabasadas, en B
mayúscula, porque lo mismo se aplacan y entienden que en ese difícil arte que
consiste en no amar a nadie, ni respetar a nadie, hace ya muchos siglos que les
sacaron ventaja. Denle al chico huido reprensión de cabalgada en la biblioteca
por días , que le presente sus disculpas a la profesora acongojado y que repinte puertas de excusados y de aulas
generales. Lo mismo -con el trabajo y el pensamiento unidos- conseguimos algo.
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