domingo, 13 de noviembre de 2016

ARTÍCULO PREMIADO POR LA FUNDACIÓN UNICAJA CON EL MEJOR RELATO PERIODÍSTICO DEL 2016

LA FORJA DE UN MACHISTA



El Pekas va a ingresar en prisión, sin las fanfarrias de la Pantoja. Tampoco saldrá escoltado por los flashes de su peregrinaje carcelario. Es lo que tiene nacer tironero y gustarte empujar a ancianas para arrebatarles el bolso. Hay que robar a espuertas y poner smile bien digerida para sentirte diva en los medios y hacer saltar las alarmas en las instituciones o que te paguen exclusivas los medios.                                                                                        El Pekas pasará a la ninguneidad de sucesos, esos que ahora importan tan poco como que la gallega masturbadora vaya a ser desterrada de por vida y sus acosadores digitales solo marcados por una pena que se extinguirá y que no les habrá enseñado nada.                                    Es la seña de identidad. El pan nuestro de cada día, porque empujar a una anciana es fácil y vejar a una mujer sale casi gratis. Verán fotos en los perfiles de wassap de madres amamantando a niños de nueve  y dirán las psicólogas que es fuente de salud y bienestar mental. Pero después vejarán esos mismos a sus compañeras de clase y les dirán machadas que bordar en petit point. "No sabes lo que dices","estás tonta" o "te estás enterando", dicho despectivamente y con mala leche a raudales, es el arte del birlibirloque de un machista en estado puro. El último caso, por ahora , el del asestador de hostias por medio de la tapa de la cisterna del inodoro. Ya ven, solo es un presuncionable, no como el Pekas que roza ya el pleno al quince por los muchos tirones cometidos o los digitales que son penados aunque no vayan a hacer el paseillo de entrada.    Los otros, los que se hacen, son más peligrosos aún, sobre todo porque maman de teta - y eso me parece bestial- acunados por una madre que los protege y guarda como figurita de Fátima revenida para darte el buen o mal tiempo.                           Las madres deberíamos proteger de casi cualquier cosa, menos de ser un mamonazo. De eso deberíamos proteger a todos los demás para no tener que llorar a sablazos.                         Los malos tratos empiezan por el desprecio, por el acoplamiento y por decir que su padre hace igual cuando levanta la voz un niño de nueve en actitud chulesca y agresiva frente a una niña de igual edad. No se hace camino mirando para otra parte, no se hace permitiendo a los bárbaros coger la porra y levantarla para amenazar. Se hace calzándote las alpargatas y tragándote los guijarros del camino. Pero es difícil, sobre todo educar. Lo más difícil que hayan hecho , porque no tienen  reglas fijas, no hay modalidades y siempre habrá una fase que está definitivamente hecha para sacarte el resuello y dejarte tirado hecho unos zorros. Educar es el catecismo de la civilización y nunca podremos serlo si dejamos a nuestras mujeres desangrarse en cuartos de baños , machacadas a golpes. Pero tampoco si pequeños cafres no son amonestados, reprendidos y encauzados convenientemente. Las miradas desafiantes no son delicia de madre en café cerca de la catequesis. Los idiotas no dejan de serlo por pasarle la mano por el lomo porque falta muy poco para que se llame Pekas, te lo encuentres en un esquina y te arrebate el bolso de un tirón, llevándose tu cadera y tu rodilla derecha. Es el mono, saben, el mono de la inferioridad que sienten, la mala baba y las ganas de explotar la superioridad vacua que les dijeron que tenían en los genitales estancados dentro de la bragueta de los pantalones. Bolsitas escrotales que no valen para machacarse y ganarse el pan, ni para darle a una mujer el sitio que le corresponde sino para reírse con los amigos por el chiste de que una gallega haya tenido el despiste de dejar en la papelera del ordenador que manda arreglar , un vídeo despistado. Y después corre , ve y dile, que nunca podrás regresar  al sitio de ellos que están penados aunque no paseillados, como la Panto, que luce el tipo lo mismo en Telecinco que en los alrededores carcelarios. Dientes, dientes, para partirlos y mellarlos. Dientes y dientes para reírse de nosotras, las que somos alfombra de tender y quitar como la Mari que lo cuidaba a él y la molió a palos .

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