Hay cosas que nunca entenderán de nosotros por
mucho que nos vean. Y si emigran, que emigrarán, aún los entenderán menos.
Todos los años se pierde un foráneo en Cádiz buscando la plaza de toros.
Nadie puede comprender como Puerta Tierra no es Cádiz- Cádiz, ni por qué puñeta
nos creemos el centro del planeta cuando salimos en la parte de arriba de las
encuestas solo por males intrínsecos . Son
cosas nuestras como la “ropa tendía” o ver a la Caleta como mucho más que una
playa entradita en años, de mareas bajas y sitio estratégico. Tengo la pluma desatada, ya lo ven ustedes,
que el redactor del Arcos información al pedirle vacaciones bromeó con que para
eso me tendrían que amarrar las dos manos, porque no dejaba de escribir ni bajo
agua. En
Cádiz hay mucha pluma, cómo si no , con el paro que tenemos, el calor que hace
y la buena vida que nos tiramos, íbamos
a salir adelante y con la frente muy alta y la papada entera. Lo cierto es que tiene truco porque nos lo
jalamos todo, hasta las letras, sacando ingenio de donde nos parieron y tirando
para delante que otra no nos queda. Y
emigramos, aunque sea con dolor de carnes y apretones de dientes.
Luego se nos nublan los ojos y vemos la Bahía desde lejos, porque nos
hacemos del mundo mundial y pasamos letra. Nos apalabramos con el tiempo y
marchamos a cualquier parte donde no nos conozcamos todos , ni hagamos chistes
con los trajes del escaparate de Merchán , los callejones o la Caleta. No todos somos
Carnaval, ni a todos nos gusta el submarino amarillo. No todas tenemos arte de parte,
ni sabemos bailar porque el distal se nos ha atrofiado de tanto acordarnos de
los políticos que se llevaron nuestro dinero.
Conozco
a una que se va a Alemania, porque dice que le pagan en oro y otro que volvió
porque echaba de menos las juergas nocturnas en pleno diciembre, las tertulias
infinitas de los cafés y el echarse al lomo la vida , para no tener que pasar
página. Muchas
veces pienso que somos roña de piedra ostionería, enganchados al flujo de las
mareas y trasportados por los esfínteres de las bacterias que nos trajeron
aquí, al vientre materno por obra y gracia de la casuística gaditana. Es
difícil de entender lo sé, si eres como yo profano, nacido en cualquier esquina
cerca de la plaza de España, con menos arte que un salchichón de ultramarino y
paseante y ojeador de verdades infinitas, merodeador de vidas añejas y
gaditanas, con vecinazgo de Pemán, para
no nutrirte de nada. Maldito impermeable emocional que solo
rezuma caldo de invernadero, cociéndome en mi propio jugo de cerones y huesos.
Enmorecía de la mar, aliquindoi de una historia que me transporte al Olimpo ,
con la portañuela bajada y la púa esmayá. Es
difícil de entender, lo sé, casi tanto como encontrar los toros en la Plaza.
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