A REY MUERTO
Hay quienes esperan tras
las rendijas a que caigas derrotado. Hay quien visiona lo ocurrido tras la muerte,
intentando mangonear el futuro. Hay gente para casi cualquier trato, como bien
sabe el máximo hacedor de ellos. Cuando
murió mi marido, alguien me dijo que era entonces cuando empezaría a ver la
maldad de la gente, y sí que era cierto, porque la estaba viendo justo en ese
momento. No hay suerte mayor
que crecer entre supervivientes que te amamanten con consejos y proverbios que
llevarte a la boca mellada. Pero por lo general tenemos que hacernos el sayo
sin saber tejer y las polainas con costurones de alma. Somos
Caminantes blancos, sin corazón que se nos pudra porque iba atado al ataúd del
que cremamos. Se lo llevó sin darse cuenta hilvanado a sus besos, sin saber
quizás cuánto lo echaríamos de menos.
Hay quienes esperan tras las rendijas del poder, manejando datos,
moviéndose como las musarañas en la oscuridad de los tejemanejes políticos. Hay
algunos que ya fagocitarán creyéndose salvados o perdidos, en la ruleta de un
trato que lo lleve a ocupar sillón o a expulsarlo de la magia de sentirse por
encima de los que allí lo pusieron. Desde que murió no
me interesa casi nada, menos aún la política con sus sables envenenados. No me
importa tampoco casi nadie, valorando
más un gesto de buena voluntad que una parrafada. Me han dado muchas malas caras y alguna
buena. He conocido mejor a muchos malos que nunca fueron buenos y a idiotas que
se creen eternos y que tienen como todos el nombre puesto ya en la lápida del
tiempo. No hay
mayor suerte que te quieran como eres, con tus defectos hechos virtudes. No hay
mejor fortuna que te apoyen en la desgracia y compartas lo poco que te han
dejado los cuervos. Que la risa de tus hijos sea un logro diario en un mundo
tan imperfecto. Hay quienes esperan
tras las rendijas a que caigas abatido y roto, a que te desplomes cansado de
tanta miseria humana, pero persistes porque naciste para partirte las piernas
en el empeño de llegar a buen puerto. No
quieres un Rey puesto, por mucho que tu león esté ya muerto. No quieres nada
que sea importante ni decisivo, solo que la levedad de los días no duela tanto,
que las pestañas no sepan a salado y que la soledad no pliegue el eco de los
recuerdos. Sabes que hay gente
malvada, codiciosa y estúpida, pero aun así crees que sí pudo existir él que
era magia pura, la humanidad podría estar a salvo porque debe haber más para
esperanza nuestra.
Hay quienes como tú, que esperan que los árboles muten, que las hojas
caigan y el mundo rule. Donde la vida sea algo más que levantarse y no tener a
quién darle los buenos días, mirando por
una ventana en la que aún no han puesto el día amanecido. Con un sol oscurecido,
pero nunca vencido.
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