jueves, 14 de abril de 2016

VIOLENCIA


Los que le damos a “lo negro” vemos torcimiento a cada paso, sacándonos de la manga literaria narraciones, en los que los protagonistas hacen cosas tremendas. Pero somos ilusos, porque realmente nuestra sociedad desde la Prehistoria ya nos sacaba los colores, con atrocidades a la carta.                                                                                                                 Cuando mis hijos eran preescolares, los llevaba a aula matinal dando un corto paseo a las siete y media de  la mañana. Era perfecto porque eran madrugadores y revolucionarios y a mí, en ese plazo, me daba tiempo para encauzar mi trabajo.                 Luego me salió de las ramas que convergen al camino de la avenida,  un masturbador lujurioso que me impuso su miembro como si fuera trofeo de caza, amén de un par de Romeos en moto o coche, y el comentario de la chica de la panadería de que habían violado a su compañera de turno,  en su propio coche aparcado.                                           Fue la gota que colmó el vaso porque vi que lo que inventamos mentes con visado de escribanía, es para algunos el pan de cada día.                                                                       En la prensa matutina pueden encontrar delicias pasteleras de muertes sin resurrección, asesinatos por encargo, abusos a menores y tela marinera, que por pasar página no se enmienda sino que parece que lo único que nos saca de sucesos son los mangantes profesionales de guante blanco.                                                                                                                     Ya les digo que existía en la Prehistoria, solo que entonces el que hacía mi trabajo era anciano y no cazaba y le endosaban a los niños para que les contara lo que les pasaría si fallaban con la lanza.                                                                                                                No sé si les pasa a ustedes, pero a mí se me queda un regusto amargo de historias inconclusas, porque los que le damos a “lo negro”, ya sea en novela o en cuento, enlazamos el desenlace para que el que lee lo disfrute.                                                          Desde que murió el Caso ya no hay historia que se precie que te enteres de cómo acaban. Luego está la fabulación, porque en mi caso soy incapaz de parar ahí sin ver más allá cosas que quizás no existan, supongo que por deformación profesional que ya llevamos en este tajo un rato largo.                                                                                         No sé si por la afición de mi madre a leer el Caso o porque lo llevo tatuado en la vena cava, lo cierto es que cojo un matinal y ya hilvano en reglones muy torcidos , casi naufragados. Como lo del niño de Jaén o el juicio a acosadores, secuestradores y aun así sin pena de cárcel, que no es que te saquen los colores sino la mala baba, de ver que la racionalización y la justicia les protege a ellos , que nos quieren quitar la piel de cordero y venderla en los mercadillos de internet.                                                                                     Y es que no vamos hacia delante, ni inventamos nada nuevo que hasta la red está llena de mangantes, asesinos, defraudadores y corruptos, sin olvidarnos de los que abusan de niños y los que falsean por las dos caras.                                                                             Pasamos páginas y nos encabritamos, nos ponemos a dos patas y nos jodemos el estómago que así vamos encorvados y ancianos, con solo cincuenta años.                                    La violencia está ahí, rodeándonos, nutriéndose de inseguridades, de padres que pasan de preocuparse por sus hijos, de consentidores y de mala gente que se disfraza para que no le cortemos las alas.                                                                                                              Está ahí en las aulas, en los recreos, en formación como los huesos y la médula, esperando sobrecogernos una vez liberada, expuesta en las fotos de un rotativo, de pixeles en fotogramas, de una noticia televisada a las nueve de la noche.                                      Es algo que nunca tendremos los que cultivamos la ficción del “negro” con personajes en las sombras, sin protagonismo de portada, como mucho relegados a las páginas de cultura, mientras ella, la Violencia en mayúsculas es reverenciada como la  realidad que es tragada a la fuerza, gargantas abiertas como las de los patos , con coladores metálicos de boca ancha insertada en el pico, con los ojos llorados de tanto cerrarlos de miedo. 

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