En días convulsos de
marejadas políticas, las flores nacen en las azoteas y el asfalto. Hay que
saber mirar, porque deslumbran a los incautos.
En los días convulsos nos desayunamos con plasma y más plasma, agónicos
los sentidos ante tanta mediocridad. Nos alimentamos de pasto y no vemos el
cielo, porque pisamos los brotes de esperanza que nacían.
Los
mercados se tambalean y a nosotros nos da igual porque los pisos de segunda
mano han subido en ventas y nos hemos disfrazado en Carnavales, que al fin son
dos telediarios los que nos quedan. La
última ola que nos derribe la Bahía, la última que nos acongoje el alma, lo
mismo nos trae náufragos agotados de tanto esperar que la marea cambie. Nos
mirarán incrédulos por nuestro estancamiento, por nuestra soledad de no decir
"Buenos días" a nadie por mucho que choquemos todos los
amaneceres.
Einstein llevaba razón, las ondas gravitacionales nos traen a todos
locos y no vemos un jamón despellejado de carne magra tirado en la basura, al
lado de un mendigo hierático de penas.
Estamos exhaustos de tanto amar sin motivo, de tanto esperar una gran
pasión que nos sofoque el alma atravesada por la ruindad y el desasosiego.
Queremos amar sin tregua, que nos desdibujen la boca a besos y que nos
enganchen el pecho a estallidos de placer en noches consentidas de locura.
Estamos en la pobreza más absoluta que es depender de los mercados
internacionales, de los usurpadores de renta, de los derrochadores nacionales y
los corruptos que se esconden en sedes de partidos, sufragados con los
impuestos de todos.
Estamos peripatéticos y descompuestos por ver sentarse en el banquillo a
la realeza, maldecir finamente a los políticos y buscarse la vida , llámese
sillón, ante la flema de muchos que siguen creyendo que no todos son iguales,
sino que hay unos que si y otros que no , como los pimientos de Padrón. Los enchufados apestan a latrocinio, las
cuentas no se pagarán solas y los que han estafado y robado , no va a haber
Dios que los coja confesando y con lo robado devuelto a las arcas de donde lo
mangaron.
Creeremos en los santos procesionales, creeremos en un mundo que se
esconde en los cielos de mártires y vírgenes proféticas, luego miraremos al
suelo y veremos barro en los pies de los refugiados y negrez en la palma de sus
manos.
Astarté cruzó la Bahía y se atrevió a caminar por África con las mismas
sandalias que Jesucristo, ellas tan ufanas que no pesaban porque eran de rafia,
de la desbravada con manos cándidas de buena gente, que no creía en futuros
sino en sueños que otros travistieron y convirtieron en palacios de dorados
metales, donde las buenas voluntades vuelan porque son etéreas y no pesan. Hay dias que se levantan chubascosos, días en
los que la bolsa tiembla con el frio de perder nuestro dinero, nuestras
libertades y nuestros derechos mas fundamentales.
Son dias en los que nace una amapola en el asfalto, tan loca que no se
protege con las manos de los peatones. Tan
loca como el mendigo que no llora lastimoso su ruina como los colaboradores de
televisión, excretando maldades, peleándose de fabula en un circo pagado con
las ilusiones de muchos que creen que todo cambiaría si volviera la naftalina a
los armarios.
Cadáveres descompuestos y pútridos, muertos revenidos y levantados en la
ultima gran ola que nos guarde, la de bróker informáticos, las de lavanderías
de dinero y políticos peregrinando por los juzgados.
Y aún así la amapola , a la mínima brisa de viento, despliega sus
pétalos y baila.
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