No hay color como el del sol quemándote la
retina. No hay grito que te ensordezca más que el de la humillación y el
desprecio. Nacer mujer no es más una foto sepia en que dos amantilladas votan
ante hombres estupefactos. Cuando
suene la melodía del funfun en los plasmas, para instar a las compras
compulsivas, volveremos a votar sin darnos cuenta de lo mucho que significa. Igualaremos las faldas,
recataremos las ideas y diremos que somos algo diferente cuando siempre hemos
sido lo mismo. Pediremos respeto y nos lo darán o lo mismo nos regalarán siete
buenas puñaladas que nos dejarán tiradas como muñecas inservibles en cualquier
cuneta. Puedo
oler el rastro de un machista como mi teckel el de los roedores y se desdibujan
y esconden, algunos presumen , otros disimulan, pero todos intentan morder al
cuello. Son vampiros que existen desde los ojos estupefactos que miraban a las
de la negritud de mantilla. A esas que recatadas y con ala de cuervo, votaban.
Luego salió la derecha gracias a ellas, pero no importa, porque la sustancia de
la berza ya estaba condimentada. El miedo se te mete en las carnes cuando eres
madre y sabes que si vas sola a los 16, eres presa fácil para ellos. Lo sabes
porque te has montado en el autobús y te han sobado, porque a una amiga tuya el
profesor la babeaba y porque en un parque te entró un vejestorio, que ni
ponerse en pie podía, cuando aún no te había ni desarrollado. Las mantillas saben mucho de
alcanfor y panderetas , de los amigos de los padres aprovechándose de las pollitas
nuevas y de los diablos cojuelos sometiendo con la autoridad reinante. Es
vergonzante un autobús para damas, vergonzante una violación en masa,
vergonzantes las ablaciones de cuerpo , de mente y de espíritu , no por
religión sino por sustancia de berza condimentada. Porque somos peligrosas y
ladinas, las más viles de la tierra proque creamos a nuestra propia imagen y
semejanza. Y corremos y saltamos vallas y no queremos quedarnos quietas para
que los abejorros nos inoculen su vasallaje.
No
hay color como el del sol abriéndote las ideas. No hay grito que te nutra más
que el de tu propia voz reclamando tus derechos. Nacer mujer no es más una foto
sepia en que dos amantilladas votan ante hombres estupefactos, por verlas.
Ya hemos igualado las expectativas, ya limpiamos los platos a medias. Ya
nos resistimos a que nos maten y nos tienen que rematar a hachazos y puñaladas
traperas. Porque aún prosperan, aún hay cuerpos sin hallar en las cunetas e
informes policiales de Evas Blancos sin saber dónde está su asesino. No hay
crimenes pasionales y “el Caso” ha quedado dormidos en una hemeroteca. Hay
violencia del genero anverso, el que se reversa en lo angosto de tu muñeca. Ana
Orantes vivirá para siempre , para escarnio del que la mató despersonalizado,
convertido en grotesca imagen de maltratador y asesino de mujeres, bulto
infame, sin vida propia. Vivirá en su declarativa, no en las llamas que la
asfixiaron y quemaron en su casa, la que compartía como tantas otras que
cayeron y caerán para nuestra desgracia. Porque nacer mujer es valentía, cuando
te quieren callar o no dejarte votar y para educarte o para romper una lanza,
tienes que ir cubierta con la mantilla, vestida ala de cuervo , a despojarlos a
ellos de su soberbia. Sabes que costará, que habrá que hacer piña y sortear
dificultades. Sabes que no has ganado porque ellos nacen y se reproducen a poco
que te escores y se publicitaban con los insultos velados, las frases
ingeniosas, los chistes y los piropos rancios. Somos ahora las de los malos
ovarios, las maliciosas mujeres que lo enredan todo y que nacieron para que los
misóginos las apalearan , para darse postín en el casino o el trabajo. Pero les
quedan leguas, las de la tranca que ajusta la puerta, la de la la ley que les
cayó en la cabeza, la de nuestra indiferencia y menosprecio, la de la policía
que les detenga, la de la guardia civil, la de la jueza que los condena...
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